Pensaba en el hipotético ejercicio de elegir la Ferrari más linda de la historia. Y casi inmediatamente me daba cuenta que sería una tarea maratónica, pero a su vez carente de sentido, no solo porque lo estético es –casi- absolutamente subjetivo, sino porque además, hay tantos modelos de ensueño, que sería muy complicado quedarse solo con uno.
Sí pueden elegirse algunos ejemplares que, por distintas razones, han marcado una época. Y en esta ocasión se me ocurrió resucitar por un momento a dos de ellos: la F40 y la Testarosa.
Recordemos que Scudería Ferrari (eslabón anterior a la producción de automóviles) nació en 1929, y Ferrari como tal, en 1947.
Justamente, en 1987, cumpliendo el 40 aniversario de la creación de la marca, Enzo Ferrari decidió producir la F40, pretendiendo demostrar que no solo en el ámbito deportivo sus creaciones podían quitar la respiración a más de uno.
Así nació F40, personalmente creo, una de las Ferrari más espectaculares y perfectamente concebidas de la historia. Producida hasta 1992 (1315 unidades), durante varios años ostentó el título de “vehículo de producción más rápido del mundo”.
Con un motor V8 biturbo, de 3 litros, rendía 478 CV, cifra importante en nuestros días; imaginemos lo que representaba hace más de 20 años.
De sus dimensiones, me parece interesante rescatar su altura, poco más de 1 metro.
Alcanzaba los 324 km/h y llegaba a los 100 m/h en 3.5 s.
Menos espectacular, aunque más ¿masiva? e igualmente soñada, la Testarossa también hizo historia en la marca y en la industria automotriz.
Se produjeron más de 7,000 unidades entre 1984 y 1992. Su motor era un boxer de 12 cilindros y 390 CV, casi un auto de carrera. Sucedía a la BB512 y podía alcanzar los 300 km/h, acelerando de 0 a 100 km/h en casi 6 segundos.
Aunque más espectacular la F40, ambos modelos son dos de los más carismáticos y deseados de la marca italiana. Aun con más de 20 años a sus espaldas, ¿a quién no le gustaría probarlas?
Sigamos soñando.