Leire Bilbao, Una noche de octubre de 1977
Una noche de octubre mi padre y mi madre en su habitación
cuando todavía no son
padres míos ni de nadie.
El hombre se quita la camisa:
la cuelga en la silla ante el espejo, como un señor descabezado.
La mujer coloca sus pantalones y la camiseta en el armario,
una ahorcada más, colgada de la percha.
Ninguno de los dos se mira en el espejo de la cómoda.
Se sumergen entre las sábanas
Cada uno desde su lado de la cama:
los dos extremos de la frontera, y la aduana.
La mujer imagina pintado
el trozo de pared manchado de humedad.
Tiene los pies fríos. Se refugia en el vientre del hombre
su aliento es cálido.
Apagadas las luces, las sábanas ya no son blancas
los cuerpos sí parecen más limpios.
La mujer prefiere el día
el hombre la noche.
Obligados al deseo en el lecho nupcial;
hasta que los atrapa el sueño
cada uno en su lado.
El blog de Emma Gunst.
Una noche de octubre mi padre y mi madre en su habitación
cuando todavía no son
padres míos ni de nadie.
El hombre se quita la camisa:
la cuelga en la silla ante el espejo, como un señor descabezado.
La mujer coloca sus pantalones y la camiseta en el armario,
una ahorcada más, colgada de la percha.
Ninguno de los dos se mira en el espejo de la cómoda.
Se sumergen entre las sábanas
Cada uno desde su lado de la cama:
los dos extremos de la frontera, y la aduana.
La mujer imagina pintado
el trozo de pared manchado de humedad.
Tiene los pies fríos. Se refugia en el vientre del hombre
su aliento es cálido.
Apagadas las luces, las sábanas ya no son blancas
los cuerpos sí parecen más limpios.
La mujer prefiere el día
el hombre la noche.
Obligados al deseo en el lecho nupcial;
hasta que los atrapa el sueño
cada uno en su lado.
El blog de Emma Gunst.