Fabrizzio Aguilar tiene 58 años de edad y desde los 12 está detrás de las cañitas voladoras, las bengalas, los “peditos de vieja” o las candelitas. Sí, 46 años trabajando en el negocio de los fuegos artificiales. Su padre, Leopoldo Aguilar, un hombre de 80 años de edad, es el último fabricante de fuegos artificiales que ha tenido Uruguay, ya que desde 2012 la importación de estos productos desde China hizo que la pirotecnia nacional cayera.
“Ya desde hace muchos años los uruguayos buscan que la pirotécnica sea, por un lado, económica y, por otro, segura”, dijo Aguilar a InfoNegocios, agregando que “lo que la gente busca ya desde hace mucho tiempo es más color y menos ruido”.
En este escenario, Aguilar decidió diversificar el negocio y comenzó a desarrollar shows de fuegos artificiales, destacándose la inauguración del Estadio Campeón del Siglo o la despedida del futbolista Álvaro “Chino” Recoba en el Gran Parque Central, entre otros espectáculos lumínicos.
“De alguna manera hemos querido trasladar lo que puede hacerse en los shows al mercado doméstico, pero la gente, entre el cuidado de las mascotas o las personas con TEA u otras cosas ha generado que el uso de pirotecnia decaiga”, dijo el director de la empresa Arco Iris, señalando que “por más que quieran hacerse productos pet friendly o en esa línea, la pirotecnia sin ruido no es posible… La vida diaria sin ruido no es posible”.
En lo que se refiere a shows de fuegos artificiales, Aguilar dijo que puede haber espectáculos de cinco minutos por US$ 3.000 a shows con baterías más grandes a US$ 25.000 o US$ 50.000 o US$ 70.000.
Aguilar afirma que, en lo que tiene que ver con fuegos artificiales domésticos, la tradición de explotar bombas, cañitas voladoras, fosforitos, volcanes o metralletas solo tiene dos días comerciales en el año: el 24 y 31 de diciembre.
“Es una zafra única, pero desde 2019 a la fecha no ha parado de caer en ventas, un 10% o un 15% y así. De hecho, el último pico en comercialización que nosotros tuvimos fue en 2015”, dijo Aguilar, quien reconoce la sensibilidad que puede existir en este tema, pero que desea que la prohibición o el cuco a la pirotecnia no sea el camino, sino una buena regulación que permita, así como pueden organizarse espectáculos con este tipo de productos, que puedan venderse para uso doméstico sin problema.