La nueva pólvora en tiempos de COVID-19 pareciera ser Robot Process Automation (RPA).
Las implementaciones de RPA fueron dispares antes del COVID-19. Las compañías que invirtieron en su momento eran bastante diversas en tamaño, presupuesto y la forma en que querían implementar RPA. Sin embargo, un factor en común era que todas conocían los beneficios que podían obtener: mejor aprovechamiento de recursos humanos, ahorro de tiempos, mejor gestión, servicios de mayor calidad y precisión.
Aquellas compañías que se anticiparon y adoptaron RPA se vieron doblemente beneficiadas: la automatización llevada a cabo puso en evidencia las limitaciones de los recursos humanos. Estos robots son inmunes al virus. Con esta evidencia, el resto de las compañías se dieron cuenta de que no haber adoptado RPA en su momento significó quedarse atrás.
Ahora, existe el riesgo de que quieran implementar RPA por un solo motivo: reducción de costos adoptando “robots desatendidos”, ya que solo verán beneficios en separar a los recursos humanos del proceso. Esta visión no solo es acotada, sino también peligrosa. En todo caso, los “robots asistidos” siguen siendo beneficiosos, porque están destinados a aumentar el rendimiento humano. Y de eso se trata RPA desde el principio: permitir a los recursos humanos enfocarse en tareas que impliquen crear valor y no solo reducir costos.
Por Marcos Giménez, senior manager de Consultoría de Negocios de PwC Uruguay.