Uruguay es un país de pequeñas empresas. De acuerdo con la información de BPS, considerando únicamente el personal empleado como criterio de tamaño, a julio de 2021 existían más de 268 mil empresas sin dependientes o con menos de 10 empleados.
El COVID-19 ha presentado un gran desafío para estas compañías, una prueba de resiliencia. Muchas han quedado por el camino, pero otras han renacido fortalecidas y actualmente - al menos a nivel internacional - comienzan a mostrarse más optimistas. Esto se desprende de la Encuesta Mundial de la Empresa Familiar elaborada por PwC (que recoge la opinión de 2.801 empresarios familiares de 87 países) según la cual un 86% de los encuestados anticipa un retorno a las tasas de crecimiento prepandémicas para 2022.
Este optimismo no es ciego; se basa en la planificación y la gestión de riesgos. Cuatro de cada cinco empresas (82%) priorizan la diversificación y/o la expansión a nuevos mercados o productos, siendo dos de las tres principales prioridades para las empresas durante los próximos dos años.
Además, a través de la encuesta ha quedado en evidencia que para las empresas familiares ya no es suficiente confiar en sus valores para sacar adelante el negocio; ahora también es primordial adaptarse tecnológicamente. De hecho, la mayoría tiene como objetivo para los próximos años acelerar la transformación digital, incorporar la sostenibilidad a su estrategia y profesionalizar la gobernanza de la empresa.
Matilde Morales, gerente de Consultoría Económica de PwC Uruguay.
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