La marca uruguaya, que se destaca por ofrecer productos de origen y una estética cuidada en su bodega, quesería, restaurantes y hotel boutique, continúa en expansión con presencia en Miami en los barrios Key Biscayne, Coconut Grove y Boca Ratón y ahora está desarrollando su desembarco en Brasil, donde los brasileños son frecuentes clientes de Narbona y hace tiempo venían pidiendo un local en el país.
“Fue un paso que nació del deseo de compartir lo que somos con el mundo”, expresó Jerónimo Cantón, director de la marca. Asimismo, mencionó que pasó lo mismo en Miami. “La apertura fue naturalmente, una ciudad con fuerte impronta latina, con sensibilidad por lo artesanal y con espacio para propuestas honestas y de calidad. Queríamos vivir el sueño americano a nuestra manera”, aseguró.
El primer local en Key Biscayne replicó la experiencia original: cocina de raíces uruguayas, quesos, panes, vinos y helados hechos en el lugar. La fórmula funcionó. A los clientes les llamó la atención la propuesta integral, donde cada detalle (desde la carta hasta los muebles) tiene coherencia estética y narrativa. A partir de ese éxito, surgieron oportunidades para abrir en otros puntos de la ciudad. Coconut Grove llegó después, y más adelante Boca Ratón.
Con respecto a Brasil comentó que “muchos de nuestros clientes brasileños nos visitan en Carmelo, en Punta del Este, en Miami; y soñaban con vivir esa experiencia en su propio país”, afirmó Cantón. El interés fue tan concreto que el equipo entendió que era el momento indicado. “No fue solo una estrategia de expansión, fue una invitación genuina a compartir lo que hacemos, con la misma calidad y esencia de siempre”, sostuvo.
Asimismo, aclaró que no buscan crecer a través de franquicias, sino que la expansión va de la mano de una narrativa que sostiene el proyecto desde sus inicios. “Narbona no es solo elaboración, es también experiencia”,resaltó su fundador. “Los productos llevan la huella de quienes aman la tierra y entienden el oficio: el queso con paciencia, el vino con respeto por la uva y el tiempo, el pan recién salido del horno como gesto cotidiano”, agregó.
El restaurante, el hotel, la estética del lugar: todo responde a una misma lógica, donde la sofisticación aparece en lo simple y lo genuino. “Aquí la sofisticación se encuentra en una mesa bien servida, una copa de vino al atardecer, en la armonía entre lo estético y lo auténtico”, definió Cantón. En sintonía, “aprendimos que expandirse no es replicar un modelo, sino trasladar una esencia, con lo artesanal, lo cuidado y lo real”, destacó.
Por último, destacó que siente “orgullo y una gran responsabilidad” visualizar a Narbona consolidada con firmeza y delicadeza en el exterior. “Siento orgullo, pero también una gran responsabilidad. Orgullo porque lo que alguna vez fue un sueño familiar hoy se transforma en una experiencia que cruza fronteras y conecta con nuevas culturas. Y responsabilidad porque mantener la esencia requiere cuidado, coherencia y compromiso en cada decisión”, finalizó.