Así, las viejas casonas carrasquenses, que habían empezado a desvalorizarse a manos de costosos y prácticos apartamentos, ahora están experimentando algunos cambios en la forma como la gente las ve. “La gente que tiene casa y la quiere vender ahora está más firme y resistente en mantener su precio y no está dispuesto a bajarlas”. Roig dice que en una pandemia “mundial”, las casas vienen manteniendo su precio, “lo que es lo mismo que si las hubieran aumentado”, según dice. Así, por ejemplo, una casa que el año pasado estaba valuada en US$ 1 millón pero no se vendía y había sido bajada a US$ 850.000 o US$ 900.000 con la esperanza de ser tomada en cuenta, ahora volvió a su precio original y su dueño no está dispuesto a ceder.
Los alquileres en cambio, se mantuvieron altos y hoy hay poca gente que está dispuesta a meterse a pagarlos, así que Roig registra una merma en ese sector del mercado. Por otro lado, ya no hay extranjeros que lleguen al país, lo que también influye en un movimiento inmobiliario más lento. “Las expectativas de noviembre, con la afluencia que tuvimos de argentinos, no se cumplieron. Los argentinos que venían en manada ya no vienen más”, se lamentó.