Hoy vemos series de los ’60 como Mad Men y nos sorprendemos con la fumata constante de los personajes (¡hasta las embarazadas!), médicos recomendando marcas en avisos publicitarios y aviones llenos de humo en pleno vuelo. Nos parece increíble que se ignoraran los peligros del cigarrillo a tal punto y nos tranquilizamos pensando en lo avanzados que estamos ahora en esos temas.
Pero, ¿qué tal si hubiésemos cambiado los cigarrillos por otra cosa? Es probable que dentro de unos años nos horroricemos de cómo usábamos el teléfono celular, de cómo no nos dábamos cuenta de lo adictivo que es y el efecto que tiene sobre nosotros.
El factor común a estas dos cosas es la dopamina, una hormona que se activa frente a ciertos estímulos, gratificándonos con una sensación de placer. No es necesariamente mala, ya que se activa frente a una respuesta correcta en un test, por ejemplo, ayudándonos con nuestro aprendizaje. Pero también puede reforzar hábitos que no son saludables, como el consumo de tabaco o notificaciones de redes sociales.
La ignorancia de estos efectos trae como consecuencia un mal uso de la tecnología: sentir la necesidad de leer un mensaje de texto mientras manejamos, mantener múltiples conversaciones en WhatsApp mientras deberíamos enfocados en nuestro trabajo o estudio, quedarnos despiertos (¡o despertarnos en medio de la noche!) para ver el comentario que nos hicieron en Facebook, en lugar de estar descansando como deberíamos.
Lo más preocupante del caso es que si los adultos no sabemos usar Internet de forma saludable, es imposible que podamos inculcárselo a nuestros niños, por lo que el problema tiende a aumentar antes que solucionarse. Hoy en día, los niños que son privados de sus celulares al entrar al salón de clases, a la hora de salir tienen tanta ansiedad para recuperarlos como un fumador que espera el break para satisfacer su necesidad de nicotina.
Sería triste que en unas décadas sea el Estado quien tenga que restringir el uso de los celulares, como lo hace ahora con el consumo de tabaco, para darnos cuenta de lo mal que nos hace. Lo responsable sería que al leer esta nota, reflexionemos sobre nuestro forma de usar el celular para ver si no estamos alimentando un vicio.
¿Sentimos ansiedad vemos que llega un mensaje y no podemos leerlo? ¿Nos da pánico olvidarnos el celular o quedarnos sin batería? ¿Ponemos nuestra vida o la de otros en riesgo por leer un mensaje mientras manejamos? ¿Estamos dejando de trabajar o estudiar por prestar demasiada atención al celular? ¿Somos adictos a las notificaciones? Si algo de eso es verdad, para nosotros o para nuestros allegados, es importante tomar conciencia y hacer algo al respecto.
¿Cómo contrarrestar este efecto? Lo primero que hay que hacer es dejar de vivir a la merced de las notificaciones: desactivar los alertas de Facebook, WhatsApp, Twitter, Instagram, y otras redes sociales en nuestro celular.
Si recibimos muchos mensajes de texto o llamadas, es aconsejable además tener el celular siempre en silencio, y devolver las llamadas en nuestros tiempos. Si estamos preocupados de perdernos llamados urgentes o importantes, siempre podemos configurar el teléfono para que suene sólo para determinados contactos, como nuestra familia.
Esto tendrá un efecto automático, ya que no estaremos más sujetos a esa dosis adictiva de dopamina. Cuando tengamos unos minutos libres, abriremos las aplicaciones para ver qué hay de nuevo, pero seremos nosotros quien buscamos ese estímulo y no el estímulo que nos condiciona a nosotros. Estaremos utilizando la tecnología de forma responsable, y enseñándole a nuestros niños a hacer lo mismo.
Clarisa Lucciarini
Directora Creativa en PIMOD
@ClarisaLu
Smartphones ¿Los nuevos cigarrillos?
(Por PIMOD) Al igual que el perro de Pavlov y la campanita que anunciaba un delicioso snack, las notificaciones de nuestros celulares activan centros de placer en nuestro cerebro que las vuelve adictivas, tanto como la nicotina de un cigarrillo… (seguí, hacé clic en el título)