Las cabinas de Tatami son negocio (y también de agenda pública)

(Por Mathías Buela) Las cabinas para madres en período de lactancia representan una solución práctica para las empresas; cada vez que el gobierno toca el tema de la lactancia se mueve la aguja de pedidos y consultas.

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Cuatro socios que se conocieron en la industria publicitaria decidieron juntarse para emprender un negocio que tuviera una razón de ser más profunda que la de las tareas a las que se dedicaban en ese momento. 

A través de una investigación primaria con entrevistas y encuestas, los responsables de Tatami detectaron que muchas empresas no ofrecen un espacio adecuado para extraerse leche en horario laboral. Esas madres que trabajan y que quieren extender el período de lactancia hasta los 6 meses deben extraerse en lugares como un baño, cocina, salas de reuniones o depósitos, lo que no garantiza las condiciones básicas de comodidad e higiene y sobre todo la pureza de la leche extraída. Esto genera que muchas mujeres en esta etapa tengan un alto grado de inasistencia y desmotivación laboral, además de abandonar la lactancia antes de tiempo.

Para las empresas, la idea de “sala de lactancia” está asociada a altos costos de construcción, modificación de planos, sectores inhabilitados durante la obra y espacio “perdido”. 

Conscientes de esta necesidad de mercado, empezaron a desarrollar un primer prototipo con la ayuda de la incubadora Rabbit y en el año 2016 accedieron a un apoyo económico de US$ 25.000 de la Agencia Nacional de Desarrollo (ANDE), que les permitió formar la empresa. En diciembre de ese año concretaron la venta del primer módulo y desde ese momento Tatami ha seguido con ritmo regular. 

El objetivo es solucionar los problemas planteados por las empresas con respecto al tema de la lactancia “generando un módulo lo más pequeño posible, donde la mamá pueda estar cómoda y tranquila”. Los módulos son de 1.76 x 2.6 mts y se instalan en dos horas. “No precisás obra ni albañiles; en dos horas lo dejamos instalado con todo pronto para que una mamá pueda entrar a extraer. Esa es la mayor ventaja. En otros casos hemos acomodado espacios que ya están disponibles para transformarlos en sala de lactancia”, detalla Patricia Román, Gerenta Comercial y socia fundadora. 

El costo de compra de un módulo sin puerta es de $197.500, el modelo con puerta cuesta $214.900 y también es posible alquilarlo por un mínimo de tres meses, a un costo de $18.000 por mes. Sin embargo, Román comenta que hasta ahora la venta supera por cinco veces en volumen a los alquileres. 

De momento la fabricación se lleva a cabo a nivel local, sin embargo adelantan que desde hace tiempo está en el horizonte la posibilidad de internacionalizar la marca. “Hemos recibido consultas de distintos países de la región, incluso de México y Colombia, que son mercados atractivos”. El desafío ahora está en lograr llegar a esos lugares con márgenes  y condiciones convenientes. 

En el camino Uruguay aprobó una ley que obliga a las empresas a tener un espacio de lactancia, algo que “movió la aguja” de Tatami en cuanto a pedidos y consultas pero no de la manera esperada. “La realidad es que mientras no haya fiscalización de la ley hay empresas que siguen sin tener una sala”. Lo mismo ocurrirá en cualquier mercado al que quieran ingresar: las empresas deben tener la necesidad, promovida por políticas de estado, de contar con espacios de lactancia para mujeres que deseen o necesiten vivir esa etapa sin abandonar su trabajo. 

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