El informe del CAF, en el marco del mes de la mujer, realiza un diagnóstico de situación detallado y analiza posibles iniciativas que contribuyan a mejorar la situación de la mujer, con especial foco en el mundo laboral. Esto, asegura la publicación, favorece una mejor asignación de recursos humanos y potenciaría el crecimiento de la productividad en la región.
En cuanto a las brechas de género en los mercados laborales, se analiza la situación en materia de participación laboral, estructura del empleo y salarios. El salario medio de una mujer latinoamericana es, en promedio, un 11% más bajo que el de un hombre. Pero esta brecha se agranda hasta un 22% cuando se comparan trabajadores con características similares.
“De cada diez trabajadores de entre 25 y 54 años de edad en América Latina, sólo cuatro son mujeres. Cuando están ocupadas, trabajan un promedio de 40 horas a la semana, ocho menos que los hombres. Dos factores particularmente relevantes para entender estas brechas en la oferta laboral son la situación familiar y la educación”, explica el informe.
Las mujeres que conviven con sus parejas, por un lado, y las que tienen menor educación formal, por otro, tienen tasas de participación laboral particularmente bajas.
En cuanto a la evolución en el tiempo, el aumento tendencial de la participación laboral femenina que se venía observando en las últimas décadas se está desacelerando. Aunque este fenómeno podría estar explicado por una mayor disponibilidad de beneficios sociales que reducen la necesidad de buscar un empleo, particularmente entre las mujeres de menores recursos, no pueden descartarse factores sistémicos que afecten a todo el mercado laboral.
Hombres y mujeres no solo difieren en la intensidad de su participación laboral, sino que las diferencias de género se extienden al perfil del empleo.
Las mujeres tienden a desempeñarse en trabajos más flexibles (en términos, especialmente, de organización de la jornada laboral) que los hombres. “La estructura sectorial del empleo femenino en la región no ha cambiado mucho en las últimas décadas, excepto por el aumento del empleo femenino en servicios calificados y en la administración pública, a costa de una menor participación en actividades primarias e industriales”, destaca el trabajo.
De estos cambios puede inferirse que la flexibilidad laboral opera como una estrategia para resolver el conflicto entre trabajo y vida familiar que enfrentan muchas mujeres latinoamericanas.
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