“Nací en Argentina y ahora vivo en Uruguay. Me encargo principalmente del mercado de Latinoamérica y del mercado uruguayo en lo que respecta a Bodega Garzón y Aceites Colina de Garzón. Me tocó un último año desafiante, en una actividad tradicional en Uruguay, pero creo que va a ser un caso de estudio”.
“Garzón ha roto todos los moldes, es una empresa que sin ánimo de exagerar está presente en 42 países. Somos el exportador más grande. No quiero ser soberbio, pero creo que hay un antes y un después en la industria vitivinícola y en la muestra hacia el exterior que le hizo muy bien a la industria en general”.
“Yo creo que estos proyectos funcionan con pasión, no hay otra manera. Considero que la consolidación del equipo interno fue muy importante para el rápido crecimiento de la Bodega; el poder aunarse detrás de una gestión muy eficiente y muy orientada hacia lo que el mundo estaba pidiendo, de forma contraria al negocio en si. La cerveza por ejemplo, es el mejor ejemplo de lo que no hacemos en el vino, un negocio conservador, pesado, con drivers difíciles”.
“Creo que lo que hicimos, fue en una industria muy conservadora, con cero recursos de apoyo internacional, nos dedicamos a contar la historia y ser consistentes, pero mirando al mercado mundial. Siempre mantengo en mi cabeza una frase que me dijo el accionista y fue: nadie puede decirnos cómo tenemos que soñar”.
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