¿Qué implica que ANCAP pase de ser una petrolera a una empresa de energía?
ANCAP ya es, desde su origen, una empresa de energía. Nuestra visión diferencial para el futuro es pasar de ser una empresa que importa energía fósil a ser una exportadora de diferentes formas de energías renovables.
Las empresas de energía suministran insumos imprescindibles para la rutina de las personas, procesos de movilidad y transporte, acondicionamiento término de edificios, procesos térmicos y mecánicos en la industria. Habitualmente se confunde energía con electricidad, que es una de las formas en las que se transmite y suministra la energía, pero no toda la demanda energética es pasible de electrificación. En el mundo, más del 75% de la energía se demanda en formas que no son eléctricas y en ese sector se manejan las empresas que manejan los derivados del petróleo y gas natural, como ANCAP.
La industria del petróleo es en esencia una industria química que, como tal, maneja los procesos de transformación de moléculas en productos de gran valor agregado. Que los hidrocarburos tengan origen en material fósil que se extrae del subsuelo donde estuvo almacenado durante decenas de millones de años o que sea por la agregación de moléculas de origen no fósil presentes en el ambiente, es indiferente para la industria.
El desafío no es tecnológico sino económico: la industria del petróleo y el gas se ha desarrollado durante más de 100 años, alcanzando niveles de eficiencia y productividad que la posiciona como la más conveniente proveedora de energéticos pero con la significativa desventaja de no ser neutra en carbono. Por tal motivo, la reconversión de las empresas petroleras a empresas de energías renovables es algo tan natural como la vida misma de esas empresas y la velocidad con la que ocurra depende de los incentivos, las regulaciones y el precio que la demanda esté dispuesta a pagar.
ANCAP no puede ser ajena a los cambios en el mundo energético y estamos trabajando para entender los nuevos desafíos y hacernos cargo de la enorme responsabilidad que significa ofrecer alternativas a los combustibles fósiles sin dejar de proveerlos al mínimo costo posible.
En la licitación para el proyecto de Paysandú quedaron por el camino tres o cuatro proyectos tan buenos como el que finalmente se eligió, pero no están descartados ¿Cómo piensan avanzar con dichos proyectos?
Los términos del llamado a licitación habilitan a ANCAP/ALUR a ofrecer instalaciones y fuentes alternativas de CO2 biogénico para analizar otros proyectos complementarios o generar condiciones para que se aprovechen las sinergias potenciales con el proyecto seleccionado. Tenemos delineado un plan para abordar estas alternativas según el orden de prelación que surgió del llamado internacional que consideramos muy exitoso y que nos permite tener un mapa claro de actores e intereses que debemos administrar sabiamente para no duplicar esfuerzos, no generar tensiones evitables entre todos los actores involucrados, no sobrevender el potencial que tiene para ofrecer el Grupo ANCAP y, por sobre todo, cuidar y maximizar el aprovechamiento de los activos del país.
La receptividad que tuvo el llamado de ALUR nos obliga a continuar con el proceso para no desalentar a desarrolladores serios que ven en Uruguay un lugar propicio para posicionarse en la producción de metanol y derivados como la gasolina sintética.
Por otra parte, la presión mundial por la descarbonización de la economía, los paquetes de incentivo que ofrecen los grandes bloques económicos del mundo y la aparición de otras ofertas en la región nos lleva a redoblar el esfuerzo para generar condiciones que promuevan alta prioridad de Uruguay como proveedor de combustibles sustentables y, para ello, es imprescindible presentar proyectos concretos.
¿Es realista la meta de llegar a 2050 con cero neto de emisiones?
Es una meta aspiracional, un objetivo autoimpuesto por los países en su afán de ser responsables en el uso de recursos y la gestión ambiental. Alcanzarlo parece algo utópico a la luz de la conducta reciente pues la incorporación de energías renovables en los últimos 20 años básicamente desplazó energía atómica y no energías provenientes del mundo fósil. La matriz energética del mundo hoy y hace 20 años, sigue presentando como fuente principal a los derivados del petróleo, gas natural y carbón, los que en conjunto aportan el 80% de la demanda primaria de energía en el mundo.
En ese panorama también es justo reconocer que hay países y regiones con realidades muy diferentes. Argentina tiene una economía fuertemente demandante de petróleo y gas natural doméstico, al igual que México por citar un par de ejemplos. Entre los países nórdicos es posible que se logren metas cercanas a la neutralidad en las próximas décadas pero también es necesario destacar que si bien lo pueden ser en el consumo interno, mientras tanto siguen abasteciendo de petróleo y gas al resto del mundo; Noruega aporta actualmente casi 2 millones de barriles diarios de petróleo, gas natural y condensados y el 50% de su propia matriz energética primaria se basa en energéticos fósiles.
Un tema principal para alcanzar la neutralidad en carbono es asumir que se trata de un problema más de demanda que de producción. Como mencionaba antes, para la industria química no importa el origen de las moléculas o para producir energía eléctrica con fuentes renovables no hay desafío tecnológico: la oferta energética está preparada y tiene todos los medios para evolucionar, el tema es que el ritmo de aumento en el consumo energético (proporcional al crecimiento económico) es más rápido que cualquier reconversión razonable. El uso más responsable de la energía a nivel de cada persona, la selectividad de cada persona en qué energía está dispuesta a pagar o qué productos elegir entre los que pueden tener diferentes huellas de carbono, todo sumado a un conjunto de incentivos inteligentemente diseñados, es un primer gran paso en el cambio de hábitos de consumo.
Es impensable lograr el cero neto de emisiones si la humanidad no asume su rol como consumidor responsable, si se desperdicia energía en niveles de confort innecesarios pero tampoco parece una meta sensata si no se soluciona el acceso a la electricidad para casi mil millones de personas en el planeta.
¿Es viable un futuro donde ANCAP y UTE se fusionen?
Es viable, necesario y conveniente que se fusionen. Se trata de dos empresas complementarias, con perfiles de expertise bien marcados pero, en esencia, dos empresas energéticas de un mismo dueño: el Estado uruguayo. Es lógico desde el punto de vista de la organización empresarial que sumen esfuerzos y recursos, no que los dupliquen; es conveniente que exploren actividades conjuntas cada una desde su óptica y aprovechen una mayor escala, más eficiente en una visión de largo plazo. Es sabio que exista una visión común sobre el sector energético y que cada una, en su ámbito, lo alcance de la manera más eficiente. No es suficiente solo con la definición de políticas del dueño representado por el Poder Ejecutivo en nombre de la sociedad: la ejecución de las políticas definidas en el mundo empresarial requiere de la continuidad en las operaciones y proyectos más allá de los ciclos de la administración política; es necesario trabajar en el mediano y largo plazo en elaboración de planes, analizar permanentemente el estado del arte, estar atento a los movimientos de la industria y la demanda y, fundamentalmente, reaccionar a tiempo ante cambios de escenarios o para captar oportunidades.
Sería lo natural si se tratara de dos empresas de un conglomerado económico privado. De hecho, así se comportan grandes empresas como Repsol, YPF, TotalEnergies, BP o Shell que mantienen sus negocios tradicionales pero que están diversificando su cartera ingresando en el terreno de la generación y distribución de electricidad en base a fuentes renovables.
El caso de ANCAP y ute es similar a cualquier otra fusión en el mundo empresarial, con ventajas y desventajas, con restricciones y potencialidades. En Uruguay son dos empresas emblemáticas y culturalmente fuertes, pero diferentes de cómo eran hace 80 años, también de cómo eran hace 20 y de cómo lo serán dentro de 20 años, todo eso, además, en un mundo cambiante. Estas cosas no hay que mirarlas en el contexto de la realidad actual o del pasado, sino con visión de futuro. ¿Qué se espera de estas empresas en el futuro? Que sean abiertas, flexibles, eficientes, competitivas, modernas. La pregunta que hay que responder es si podrán serlo con sus estructuras organizativas diseñadas a principios del siglo pasado y con formas de gobierno basadas en un Estado omnipresente que busca el control de la actividad empresarial con foco en el corto plazo y con reglas de gestión de la administración pública.
La fusión es inevitable pero la elección del camino y del proceso a ella puede ser factor de éxito o fracaso. La clave está en la transparencia de los negocios y que cada uno se desarrolle sin subsidios disimulados en tarifas. No se trata de crear un monstruo estatal sino en conformar una verdadera visión de empresa del futuro en la forma de entidad energética integrada y diversificada. Hay tiempo, pero no hay tiempo que perder en un asunto que si bien no requiere de una resolución inmediata tampoco admite una procrastinación que deje que las circunstancias resuelvan porque, generalmente cuando uno deja que el destino resuelva, no lo hace de la mejor manera.
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