Gómez Brizuela conoció el Café Brasilero a los 23 años, en uno de sus tantos paseos en bicicleta por Ciudad Vieja. Ese pequeño espacio de la intersección de Ituzaingó (1447) con 25 de Mayo lo atrapó, lo invitó a entrar y desde entonces comenzó a frecuentarlo. Sentarse a tomar un café, apreciar todos aquellos detalles que hacían a la historia del lugar o mirar por la misma ventana por la que Galeano solía contemplar las calles montevideanas no era suficiente. Él quería dirigir el café y así se lo hizo saber al dueño.
Después de muchas idas y vueltas, el propietario finalmente aceptó vender el local, aunque no todo terminaría como Gómez Brizuela pretendía: “había una cláusula que decía que se podía explotar el nombre de Café Brasilero por si se querían abrir otros locales en Uruguay o en el mundo. Cuando estaba todo pronto para firmar la compra-venta, el dueño me dijo que otra persona había ofrecido más plata y tenía un plan de expansión”, nos contó.
El ambicioso proyecto terminó en un rotundo fracaso. Un año después, Café Brasilero había cerrado sus puertas a causa de enormes problemas de gestión y a raíz de esto, el joven emprendedor volvió a la carga en busca de su sueño. “La familia Drago, propietaria de todo el edificio, aceptó mi oferta y hoy hace casi nueve años que estoy a cargo del café”, dijo.
A 140 años de su apertura, el Café Brasilero disfruta de un estado de total plenitud, tal como ocurría en sus mejores épocas del Montevideo antiguo. La clave para evitar la obsolescencia estuvo en la innovación a nivel gastronómico. “Quería darle un giro de servicios al lugar, porque era solo cafetería y compraban afuera todo lo que vendían. Ahora tenemos elaboración propia: tenemos repostería bien al estilo casero, nos destacamos por nuestras pastas, en verano incorporamos sushi… Y, por supuesto, tenemos un menú ‘fritanga’. Tratamos de que sea una cocina muy dinámica”, indicó Gómez Brizuela.
El foco en la gastronomía no les ha impedido a los nuevos administradores ponerle ojo a los detalles históricos del lugar. Es que, según entienden, Café Brasilero tiene mucho para servirle al país: “el turismo es algo que sigue creciendo en Uruguay y por eso es importante conservar puntos históricos como el café. Hoy en día la mayoría de los clientes son turistas, porque si les das contenido, la gente se siente atraída. En Ciudad Vieja hay muchas propuestas gastronómicas, pero hay muy pocas que te dejan algo”, afirmó el dueño.
A pesar de la gran cantidad de competidores en el barrio, de correr en desventaja contra algunos en cuanto a precios, se nota el orgullo y la fe que Gómez Brizuela tiene en su emprendimiento. “Yo soy partidario de que si después de tantos años Café Brasilero sigue estando en donde siempre estuvo, es porque está destinado a quedarse ahí. Llamalo feng shui o puntos energéticos, pero si se lo mima y se lo cuida, el café saca a relucir todo su brillo”, finalizó.
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