Dos grandes factores anuncian que el impacto puede ser mucho mayor al esperado. Por un lado, el excesivo crédito en manos de las economías emergentes, mayoritariamente en moneda extranjera, que aprovecharon los bajos intereses de occidente para obtener préstamos y el período de bonanza con altos precios de los commodities. En los últimos 10 años la deuda de empresas no financieras en mercados emergentes creció de USD 4 trillones a USD 18 trillones. Según el FMI esto marcaría un sobre préstamo de USD 3,3 trillones, pero solamente hace referencia a la deuda en dólares, sin tomar en cuenta la deuda que mantienen economías emergentes con China en moneda extranjera.
Por otro lado, las economías emergentes con fuertes ingresos por producción de materia prima se enfrentan al desplome de los precios y sus economías se debilitan, aumentando considerablemente el riesgo de pago de deuda. Esta semana se conocieron datos de las importaciones en China, principal comprador mundial de materia prima, que mostraron una preocupante caída de 20% interanual en setiembre. Lo cierto es que las inversiones realizadas durante el período de bonanza se traducen en un fuerte incremento actual de la oferta y marca un desequilibrio a raíz de la caída en la demanda que termina hundiendo los precios de las materias primas.
“Si bien nuestro país se encuentra mejor posicionado que los mencionados anteriormente, deberemos soportar los coletazos de nuestros dos principales compradores, Brasil y China. La caída en la demanda y el precio de las materias primas supone un problema para las economías emergentes que los proveen, porque además son una de las principales fuentes de ingresos fiscales. Para mitigar el efecto el gobierno debe tomar serias políticas fiscales, ya sea reduciendo el gasto público o aumentando los impuestos, algo que parecen haber entendido las autoridades pero sin tomar las medidas de austeridad que amerita el caso”, dijo Diego Rivero (http://tarjetero.infonegocios.biz/Tarjeta.asp?id=32606) gerente comercial de Forex Uruguay.
Otra de las consecuencias es la inevitable devaluación de la moneda, si es que se pretende mantener la inflación por debajo de los dos dígitos, idea que parece cada vez más alejada de la realidad. Por lo tanto, para mitigar la caída en la competitividad, el peso deberá acompañar la devaluación de otras monedas como el Real, donde el ritmo podría superar el 20% anual para llevar a nuestra moneda a un valor superior a los $36 por dólar para el próximo año.
Hoy las miradas están puestas en los mercados emergentes, que deben tomar las medidas necesarias para moderar el ritmo de desendeudamiento y minimizar el impacto para cuando la enfermedad despierte.