respuesta, de acuerdo a nuestras proyecciones indica que hacia final del año vamos a ver una leve aceleración de los precios, aunque ubicándose en niveles históricamente bajos: algo por encima del 5%. Y recién a partir del segundo semestre del próximo año veremos una inflación acercándose al 7%.
Sin entrar en una compleja explicación teórica para el lector, debemos señalar que el Índice de Precios al Consumidor (IPC) es a la inflación lo que el termómetro es a la fiebre. Esa sutileza separa a los economistas en cuanto al análisis e incluso en las herramientas de solución para los problemas de inflación: unos dicen que se arreglan bajando costos o precios (“heterodoxos”) y otros dicen que se arregla llevando un control adecuado de la cantidad de dinero (ortodoxos).
Si bien quien escribe adhiere a esta última causa, no es menor el importante carácter de indexación de la economía uruguaya, que se manifiesta por ejemplo en la incorporación de la inflación esperada en la negociación salarial. Y a partir de esto surge una interesante pregunta: ¿Qué inflación esperada debería incorporarse en las actuales negociaciones? ¿la actual cifra y usarla de ancla futura o asumir -como decíamos- que va a estar algo más arriba?
Uruguay ha consolidado tener una inflación baja como una política de estado, y esto es reciente en términos históricos. Desde finales de la década de los noventa y lo han defendido todos los gobiernos. Sin embargo, es necesario dar más pasos hacia una nueva institucionalidad con una sintonía más fina. Inflación baja, sí. Inflación estable, aún más, sí. Inflación previsible, importantísima para las empresas.
Ramón Pampín, gerente de Consultoría Económica de PwC Uruguay.