R. Balaguer es una empresa dedicada a la importación y distribución de herramientas con 45 años de experiencia en el mercado uruguayo. Por su parte, Tatú Arquitectura es un estudio de arquitectura, diseño y construcción, compuesto por profesionales jóvenes y con un amplio portfolio de proyectos en su haber. Juntos crearon Ojalá, un proyecto de casas modulares, construidas en una planta industrial a gusto del cliente, que se entrega en el terreno, finalizada y hasta con la cama tendida, en 60 días.
Diego Balaguer, Director Comercial de la primera y uno de los responsables de Ojalá, contó a InfoNegocios que el proyecto conjunto entre las dos empresas surge, en primera instancia, como producto de la relación personal que tiene con los directores de Tatú, que luego pasó también al plano comercial. “Viví en carne propia lo que fue la construcción tradicional de mi casa. Los tiempos se extienden más, hay ineficiencia en varias partes, naturalmente pasa eso, lo que hace que un proceso tan lindo como construir o reformar una casa para tu familia se termine convirtiendo en un sufrimiento. Contrario a lo que uno sueña, de que sea un proceso disfrutable y ameno, la realidad te lleva a sufrirla”.
En ese momento entendió que la experiencia constructiva de la casa propia debería ser de otra manera, lo conversó con Leandro Alegre, Socio Fundador de Tatú, y decidieron unir fuerzas. El estudio de arquitectura y diseño aportaría todo su conocimiento y experiencia, mientras que R.Balaguer aportaría la infraestructura necesaria para construir una planta eficiente. “En R. Balaguer tenemos 25.000 metros cuadrados de terreno y 8.000 construidos; teníamos lugar bajo techo para poder hacer la planta y fabricar”.
Empezaron a investigar sobre la construcción modular y viajaron a la ciudad argentina de Córdoba, donde hay una planta de casas modulares que ya funcionaba hacía un año y que en ese corto período estaba produciendo 5 casas por mes. “Eso nos inspiró y nos mostró lo que se podía hacer. Cómo se le puede ofrecer al usuario una experiencia de principio a fin totalmente sana y disfrutable”.
El sistema constructivo se caracteriza por ser práctico y estandarizado; se puede parametrizar y prácticamente no tiene desperdicios debido a la rigurosidad de los cálculos de construcción. Como las casas son construidas dentro de una fábrica no hay demoras temporales por factores climáticos. Los módulos se fabrican 100% dentro de la planta y, básicamente, consiste en una estructura de caños de hierro que sirven como esqueleto y la terminación exterior puede ser de distintos materiales, dependiendo del gusto del cliente. Hay tres diseños predeterminados que sirven como alternativas pero la combinación de módulos permite hacer una casa de cualquier tamaño y forma.
La primera etapa es del armado de la estructura y está contemplado para que lleve un máximo de cinco días. Desde el momento en que el cliente seña la casa hay una ventana de 10 días donde empieza a conversar con un diseñador de Ojalá que le muestra las distintas posibilidades de combinación, tanto para el diseño interior como para el exterior. Finalizado ese plazo comienza la construcción en fábrica, con un adelanto del pago para la compra de materiales. “Desde que seña hasta que tiene la casa estimamos 60 días”.
La casa sale en camión desde la fábrica lista para ser colocada. De hecho, una de las posibilidades será comprar la casa ya amueblada, limpia y con la cama tendida. “El cliente puede sacar la foto en su terreno a las 8:00 de la mañana, que no había nada, y a las 8:00 de la noche está la casa pronta, para cenar allí. Es una experiencia incomparable con otras construcciones”, dice Diego.
En este mismo momento está en proceso de construcción la primera casa modular de Ojalá, que tendrá la función de servir como Liferoom. “Este módulo es una inversión nuestra. Queremos mostrarle a los clientes lo que podemos hacer. La vamos a tener en las instalaciones de la empresa y la vamos a llamar Liferoom porque más que un showroom, que nos parece frío y comercial, es un lugar donde entrar y sentir cómo sería vivir ahí”.
En cuanto al calor con el que salen al mercado, comenta que “con la construcción del primer módulo estamos validando el precio con el que vamos a salir al mercado. Vamos a estar a precio de mercado de lo que es el metro cuadrado de construcción tradicional, con una terminación de calidad de media para arriba”. Aunque no aventuró una cifra, hoy el costo del metro cuadrado ronda los US$ 1500.
La diferencia principal que remarcan es que “uno está comprando un producto que sabe cuánto va a pagar. Las casas tradicionales son impredecibles, porque siempre falta algo por hacer, siempre hay imprevistos o agregados. En este caso, el cliente sabe cuánto va a pagar desde el primer día, no hay un peso más, no hay sorpresas, no tiene responsabilidad civil sobre ningún trabajador, no tiene que encargarse de comprar materiales. Es un producto llave en mano y nos encargamos de todo”.