Isla de Guadalupe (Caribe)
(Especial El Galeón). Recorrido por los atractivos naturales e históricos de una de las islas más bellas del Caribe, donde el francés convive con el “créole” y se mezclan todas las razas. “La isla de las aguas hermosas”, como la llamaron sus nativos.
Fotografías: gentileza Turismo de Isla de Guadalupe.
Cuando se viaja al Caribe hay que ubicarse en el asiento de la ventanilla del avión, porque si las islas caribeñas siempre son hermosas vistas desde la tierra o el mar, lo son aún más desde el aire, especialmente Guadalupe. Tiene la forma de una mariposa con las alas abiertas, ya que está formada por dos partes bien distintas pero unidas entre sí gracias a un pequeño istmo (franja de tierra). Al aterrizar ya no se aprecia su silueta de mariposa desplegada, pero sí surge con claridad la marcada diferencia entre estas dos “tierras”, como llaman los habitantes a cada una de las partes de su isla. Una es muy montañosa, mientras que la otra es más bien llana, como dos mundos en un solo territorio pequeño.
Un mundo en miniatura
La primera impresión que nos viene a la mente al poco tiempo de llegar es que Guadalupe resulta un pequeño compendio del mundo, o por lo menos de América. Si bien el francés es el idioma oficial, convive con el créole, también escuchamos hablar pidgin, inglés y español. Las caras reflejan esta misma diversidad: negros, blancos, mestizos y orientales. Dentro de poco, la cocina nos confirmará también que la isla se forjó en la encrucijada de varias culturas, fusionadas con maestría para formar este mundo en miniatura, donde todo se concentra en apenas un puñado de kilómetros cuadrados.
Los primeros momentos de una estadía en Guadalupe llevan casi siempre a Pointe-à-Pitre, la principal ciudad de la isla. Resulta un curioso nombre que se podría traducir como la “punta de Pitre”, por un holandés que comercializaba con los piratas en el siglo 17. El holandés en cuestión se llamaba Pieter o Pietr y había instalado su negocio en una punta de este pequeño pañuelo de tierra. Aunque Pointe-à-Pitre no es la capital, sí es la principal ciudad de Guadalupe. Aquí no hay que perderse los mercados y las calles, un concentrado del espíritu local, donde brotan olores, colores, sonrisas y música por doquier. Sentimos que la alegría es uno de los rasgos principales de los guadalupeños, como si para ellos vivir en este lugar privilegiado por el sol y el mar fuera la verdadera fuente de la dicha.
Pointe-à-Pitre tiene, como todo centro urbano, museos y calles comerciales, pero no conservó demasiado de su pasado. En gran parte porque la ciudad fue arrasada por un terremoto y un incendio en 1843. Una de las casas coloniales aún en pie es el Museo Saint John Perse, uno de los principales poetas franceses del siglo 20; también nos llamó más la atención el Museo Schoelcher, sobre la esclavitud y el pasado colonial de la isla.
Para empezar a recorrer Guadalupe, o las dos “tierras”, hay que salir temprano por la mañana para evitar el sol más crudo del mediodía. El clima resulta cálido en todas las estaciones, como si se viviera un eterno verano. La buena noticia es que los vientos alisios, que soplan casi todo el año, forman como un gigantesco ventilador natural y permiten soportar el calor.
Como un libro de aventuras
En Guadalupe hay una buena red de carreteras y una buena red de colectivos. Este es el medio de transporte ideal para relacionarse con los habitantes, pero para conocer los puntos turísticos también se puede caminar, alquilar un auto o tomar excursiones. Optamos por la segunda alternativa y así tomamos rumbo hacia nuestro primer destino, el Parque Nacional situado en Basse-Terre, el ala más grande de la mariposa (que a diferencia de lo que indica su nombre -tierra baja- es la parte más montañosa). Allí se encuentra el Volcán de la Soufrière, que culmina a 1.467 metros de altura. Las áreas más restringidas del parque preservan precisamente el macizo del volcán y la selva tropical que lo cubre, pero en realidad casi toda la Basse-Terre está protegida por un estatuto de reserva natural. Es como estar a la vez en el mar y la montaña, todo esto bajo los trópicos. En todo el parque hay 300 kilómetros de trazas, nombre que se da a los senderos, y no dejamos de recorrer el que lleva hasta las cascadas de Carbet, tres caídas de agua superpuestas que forman una de las más hermosas postales de Guadalupe. Las cascadas nos quedaron mucho tiempo en las retinas: parecen un paisaje creado especialmente para una novela de aventuras, rodeado de grandes árboles, flores tropicales, el canto de aves exóticas y, de vez en cuando, el rumor que hacen desde lo profundo del bosque los raccoons (especie de mapache).
En Basse-Terre también visitamos el Parque Arqueológico de las Rocas Grabadas, donde se ven algunos de los pocos testimonios que dejaron los arawaks en las Pequeñas Antillas. Los habitantes de Karukera (nombre que le dieron a la isla y con el cual la conoció Cristóbal Colón en 1493 en su segundo viaje a América) no sobrevivieron a los primeros tiempos de la colonización española del Caribe. En este parque de Trois Rivières, al sur de la Basse-Terre, es posible aprender un poco más sobre su cultura.
En la otra punta de esta ala de la mariposa se encuentra el tercer motivo de visita, que no hay que pasar por alto: se trata del Museo del Ron de Sainte Rose, donde nos enteramos que el rey Luis XIV en persona promovió la cultura de la caña de azúcar en Guadalupe, en reemplazo de las pequeñas fincas de tabaco. Tres siglos de historia, con sus costados de luces y sombras, se reviven en el museo donde hay, además, una importante muestra con cinco mil insectos de todo el mundo y una colección de 40 maquetas de veleros. No muy lejos, recorrimos también una destilería auténtica que abre sus puertas a las visitas. Se trata del Dominio de Séverin, donde se puede ver cómo se fabrica el ron agrícola y el industrial, conociendo al mismo tiempo una verdadera mansión colonial.
Esperando a Jack Sparrow
Es tiempo de volver a la otra ala de la mariposa. Cruzamos de nuevo la Rivière Salée (Río Salado), en realidad un brazo de mar que separa las dos tierras en dos islas. En Guadalupe no hay que fiarse de los nombres. Ya vimos que la Baja Tierra es la más alta. Y la otra, Grande-Terre (Gran Tierra) es la más pequeña. Aquí la vegetación es menos exuberante y falta la presencia de una montaña, como el volcán, para darle impacto a los paisajes de esta región, que se conoce como “la Bretaña de las Antillas” por su meseta rocosa y sus acantilados sobre el mar. Los bretones que emigraron aquí y formaron las primeras familias de békés (descendientes blancos de los primeros colonos franceses, hoy una ínfima minoría) sin dudas no se sintieron muy desarraigados frente a tales paisajes.
En Grande-Terre optamos por recorrer el fuerte Fleur d´Epée, en Gosier. Es una fortaleza construida en torno a 1750 para defender la isla de los ingleses y, como tal, resulta el decorado perfecto para una historia de piratas. Muy cerca está el acuario, el más grande de las Antillas y la atracción más visitada de Guadalupe, donde nos impactaron tiburones y distintas especies de corales de increíbles formas y colores.
En Grande-Terre también pudimos insertarnos en una de las tradiciones más características de la isla y sentirnos lugareños por un rato. En Morne à l´Eau (los mornes son en créole pequeñas colinas o lomitas) está el Pitt à Coq de Bélair, un recinto de riñas de gallos abierto a visitantes. Las riñas son muy populares en la isla: hay varios pitt à coq pero el de Bélair es el único que abre todo el año. Además de asistir a las riñas en un ambiente eléctrico de apuestas y de comentarios en créole, se puede también presenciar el pesaje de los gallos, aprender sobre la historia de esta tradición y hasta almorzar (los platos son a base de gallo, por supuesto). Es cierto que no deja de ser también un espectáculo chocante, pero al menos por esta vez preferimos seguir aquello que dice: “Donde fueres, haz lo que vieres”.
Aunque la isla mida menos de 100 kilómetros en sus puntos más extremos, queda todavía mucho para recorrer. Asimismo invitan al viaje las islitas que se ven en el horizonte y forman todo un archipiélago con la gran mariposa de Guadalupe en el centro: Les Saintes, la Désirade y Marie-Galante. Son como otras tantas aventuras para vivir y leer a cielo abierto en los paisajes, más razones para volver a esta isla que no tendría que haber perdido su nombre arawak de Karukera, es decir “la isla de las aguas hermosas”. Mucho más poético que su denominación actual, impuesta por Colón en memoria de la Virgen de Guadalupe.
DATOS ÚTILES
La mejor época para ir: Los primeros meses del año (de diciembre a mayo) es la estación seca; de julio a octubre es la estación más calurosa y húmeda. La temperatura tiene un promedio de 23 a 35ºC.
Requisitos migratorios (desde Argentina): Pasaporte vigente.
Paseos: Desde Guadalupe se pueden recorrer las islas cercanas: Désirade, Saintes y Marie-Galante. En Marie-Galante hay que visitar la destilería Poisson, que fabrica un ron famoso en todas las Antillas, y en Saintes el Fortín Napoleón. Vale la pena recorrer la traza des Alizé (el sendero de los alisios), un itinerario de trekking que cruza de norte a sur toda la Basse-Terre y atraviesa el macizo del volcán de la Soufrière. Se puede visitar la Casa del Cacao en Pointe Noire, en Basse-Terre.
Compras: El paseo obligado para hacer compras son los mercados de las principales ciudades, Pointe-à-Pitre o Basse-Terre. Productos típicos: los famosos madras (piezas de tela muy usadas en la vestimenta local), joyas con materiales de la isla, muñecas criollas, caracoles marinos, etc. También se puede comprar la “madera rígida”, que se pone en las botellas de ron para dejarlo macerar con canela y jengibre. En el Centro del Bordado de Vieux Fort se ofrecen artesanías y trabajos de las bordadoras, famosas en toda la isla.
Comidas: Tienen influencias francesas, africanas, caribeñas e hindúes. Los nombres de los platos son tan exóticos como sus ingredientes: bébélé (guiso con trozos de oveja y la cola del cerdo), colombo (plato a base de pollo), lambi (molusco), calalou (sopa de plantas y verduras tropicales). Las frutas y pescados tienen un papel importante en la alimentación y los platos resultan muy especiados. Hay muchos restaurantes de cocina isleña, pero también de cocina francesa e internacional.
CONSEJOS Y CURIOSIDADES
- En enero y febrero se realizan los festejos del Carnaval. Otro momento fuerte del año es en agosto, cuando llevan a cabo la Vuelta Ciclística de Guadalupe.
- Pointe-à-Pitre es uno de los principales puertos de cruceros del Caribe. Si no se dispone de tiempo para un viaje enteramente dedicado a la isla, se puede conocer durante una etapa de los cruceros que incluyen a Guadalupe en su recorrido.
- El ron es uno de los recuerdos más apreciados. Hay dos variedades: el agrícola y el industrial. Además hay dos “colores”: el blanco, ingrediente del ti-punch (cóctel más emblemático de la isla), y el “añejo”, que se bebe seco, como digestivo.
CONTACTOS
Código de área telefónico: 00590.
Hospital: Centre Hospitalier Universitaire, Route de Chauvel 97139 Les Abymes. Tel. 15.
Policía: Tel. 17.
Internet: www.franceguide.com