La nota más descontracturada la dio El Gran Gustaf.
La velada pintaba bien desde el comienzo, pero la actuación de Gustaf, con su humor y desparpajo, fue el detalle clave para que todos entraran en confianza. Entre chistes sobre Frankfurt, la heroína, la cárcel, las tortas fritas y los laberintos de la mente, las risas tímidas del principio se volvieron cada vez más despreocupadas y frecuentes y llegaron al clímax cuando el propio Gustaf atendió la llamada telefónica de un invitado que venía retrasado. Aplauso para el humor de todos.
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