Siempre fui una fiel creyente de que nunca dejamos de ser estudiantes, sin importar el puesto que ocupemos o cuan extensa sea nuestra carrera profesional. Este año tuve el privilegio de participar del Programa de Standford para Ejecutivos, una experiencia que no solo reafirmó esa creencia, sino que también me brindó nuevas herramientas para seguir creciendo como líder. Por primera vez me encontré rodeada de personas que, al estar en una posición de liderazgo, también experimentan los retos de estar al frente de una organización y, lo más importante, han desarrollado estrategias para sobrellevarlos. Compartir este espacio me hizo ver que, aunque la soledad del liderazgo es una realidad, no tiene por qué ser una constante.
En el mundo profesional convertirse en CEO puede parecer el pináculo de una carrera, una meta lejana que exige mucho esfuerzo y dedicación. Se tiende a pensar que, una vez alcanzada la cima, las dificultades disminuirán. No obstante, aunque llegar a lo más alto sí demanda mucho trabajo, el verdadero desafío implica permanecer ahí, resistiendo al desamparo que implica liderar desde la cima, más vulnerable a los vientos fuertes y a las amenazas del entorno.
Los directores ejecutivos de hoy operan en un panorama empresarial altamente competitivo, donde el riesgo es cada vez mayor, y las decisiones requieren abordar una mayor complejidad. Se espera que hagan cambios significativos, muchas veces sin margen para segundas oportunidades. El peso de saber que cada decisión puede tener un impacto en la vida de muchísimas personas puede crear un entorno solitario para quienes tienen la última palabra.
Esta presión también cobra relevancia en las empresas de menor tamaño, donde una mala decisión puede tener consecuencias devastadoras. A diferencia de las grandes corporaciones, los emprendimientos no tienen la espalda para absorber los errores con facilidad. Por eso, en este tipo de organizaciones, el rol del CEO es igual de crítico, ya que una sola equivocación puede tirar abajo el esfuerzo de muchos años.
Según el informe El futuro del liderazgo 2024 realizado por Panorama, red global de profesionales ejecutivos y Glue Executive Search, consultora de headhunting y búsquedas ejecutivas, más de dos tercios de los ejecutivos encuestados afirma que el cambiante panorama empresarial impactó su enfoque de liderazgo, por lo que fueron forzados a adaptarse. Ante este escenario, otra encuesta realizada por la misma consultora, también destaca que el 40% de los ejecutivos consideran que la gestión del talento es la competencia más importante para un CEO. Esto implica no solo contratar a los mejores profesionales, sino también saber cómo apoyarse en ellos.
En un entorno donde la adaptación constante se ha convertido en la norma, la imagen del CEO sentado solo en la cima de una montaña se vuelve obsoleta. Hoy en día, la figura del líder se asocia más a una mesa chica de trabajo donde, aunque el CEO sigue siendo quien tiene la última palabra, está respaldado por un equipo diverso que aporta su propio conocimiento.
A la hora de tomar decisiones, es inevitable hacerlo con un grado de sesgo, ya que las experiencias que hemos vivido nos moldean y guían nuestros comportamientos. Pero cuando cada miembro de esa mesa chica aporta su propia experiencia, la toma de decisiones adquiere mayor solidez y fundamentación, aliviando la carga del CEO, quien puede confiar en que sus decisiones están respaldadas por un conocimiento colectivo que trasciende su propia perspectiva. Además, está sinergia formada por la pluralidad de voces da lugar a un sentido de pertenencia y cultura que puede ser definitoria para el éxito empresarial.
Investigaciones han probado que las decisiones tomadas en grupo tienden a ser más acertadas que las individuales, particularmente cuando se incluyen perspectivas y experiencias diversas. De hecho, según el estudio “Diversity wins: How inclusion matters” de la consultora McKinsey & Company, las empresas con equipos diversos en su liderazgo logran un rendimiento superior en el mercado. Por ejemplo, en 2019, las empresas con mayor diversidad cultural superan en rentabilidad a aquellas menos diversas en un 36%. En este contexto, el CEO se convierte en un facilitador que coordina y capitaliza el talento de su equipo, y su día a día se vuelve una experiencia menos solitaria.
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