Walter Andrés, fundador de Serpesa, comenzó su vida profesional como empleado público en el puerto de Montevideo. Quedó efectivo en la Administración General de Puertos pero, tiempo después, algunos temas políticos hicieron que deba desvincularse totalmente de la actividad pública. Comenzó a estudiar y se embarcó como oficial mercante, dejó a su familia en el país, navegó por el mundo trabajando en los buques de la flota nacional y allí conoció a Luis Sormano, su futuro socio en la empresa.
Tiempo después, Andrés volvió al país y comenzó como patrón de pesca de altura en los barcos costeros con bandera uruguaya. “Es muy aventurero y tuvo la visión de ver trabajos complementarios a lo que él hacía; entonces se crea la empresa Serpesa SRL”, cuentan sus hijos.
Fue así que en el año 1979 se crea Servicios pesqueros y afines (Serpesa), una empresa pensada y destinada a dar servicios de mantenimiento a los buques, ya sea carenado, pintura, arreglo de sentinas, etc. “El primer pago fueron un par de botellas de caña; no tenían oficina y utilizaban una mesa en el fondo del boliche El Manolo”, recuerdan y afirman que los boliches eran un lugar muy importante para hacer negocios.
La empresa fue profesionalizándose, hasta que surge el primer ofrecimiento importante para hacer descarga de barcos; una de las tareas más relevantes desempeñadas por la empresa hasta el presente. “Ahí arranca todo”, explican.
Por ello, a sus 18 años, Leonardo, uno de los hijos de Walter, decidió dejar la Escuela Naval e irse a trabajar con la familia asumiendo el rol de controlador de cargas (mientras que hoy se desempeña en el área administrativa). Pablo siguió su mismo camino. Comenzó como apuntador, después como encargado de las operativas y, si bien sigue vinculado a esta área, quien actualmente lo ayuda es Alan, uno de los integrantes de la tercera generación.
Además de Alan, quienes conforman esta última generación son Patricio y Gonzalo; el primero encargado de los trámites en BPS y de los trabajos de cadetería, y el segundo, de la parte contable de la empresa.
Tanto Leonardo como Pablo explican que este es un mercado bastante cerrado, que tiene muchos requerimientos que involucran una inversión monetaria importante. “No es una industria como la cárnica o la del arroz. La pesca es un buen negocio, lo único que tiene altos y bajos”, cuentan. “Se nos ve como un puerto caro; siempre ha sido un tema escabroso para el gobierno”, agregan.
Respecto a los clientes que Serpesa maneja, Leonardo y Pablo explican que la mayoría llegan por el boca a boca, y por eso resaltan la importancia de ser y de tener claros los estándares de calidad y servicio. “Los clientes son fieles y en la mayoría de las veces vuelven. Tiene que suceder algo muy malo para que no pase”.
Hoy, una de las virtudes que tiene esta empresa familiar es que, a diferencia de muchas otras, Serpesa nunca cambió su razón social. “Nos jactamos de que hemos podido sobrevivir con buenas prácticas, teniendo una ética y una conducta comercial responsable que, hasta el día de hoy, con 40 años en el mercado, nos permite seguir siendo Serpesa”, cuentan.
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