(Por Sabrina Cittadino) En su ADN está la herencia de su abuelo, Pedro Carrera, fundador de Confitería Carrera, un inmigrante que dejó todo por encontrar en Uruguay las oportunidades que España no le dio. Como él, Ximena Torres emprendió sus propios proyectos para vivir de lo que le apasionaba. Su primer sueño, una tienda de bombones gourmet que fracasó, pero ese traspié le permitió cultivar un gran éxito: La Dulcería, concepto que su creadora replicará este año en otra parte de Montevideo y espera que en cinco años lo pueda hacer en otro país.
Tu pasión por la cocina surgió de muy chica, ¿El interés por emprender y de tener tu propia empresa también apareció en esa época?
Una cosa no funcionaba sin la otra, ya desde chiquita. Desde el momento en el que yo me pongo a hacer tortas ya en un plano un poco más comercial, tenía nueve años pero ya entendía, por lo que uno mama de la familia, de abuelos inmigrantes, eso de ganarse la vida, de hacer algo para transformarlo en una forma de ingreso. Creo que el haber encontrado que eso fuera también mi pasión, hizo que se diera todo de manera natural: hacer lo que me gusta y encontrar la manera de vivir de eso. Siempre me fui planteando pequeños objetivos, que han ido creciendo en dimensión —desde comprar la primera batidora hasta juntar plata para poner La Dulcería —, pero todos tienen igual importancia.
¿Te pensás como empresaria?
Si me preguntás de una, me pienso emprendedora y creo que lo voy a hacer toda la vida. No hay un pasaje de emprendedora a empresaria, sino que son dos oficios que conviven. La parte más difícil es que el emprendedor, que ya está trabajando en su emprendimiento como una empresa, cada tanto se tiene que hacer un tirón de orejas y recordarse que es un empresario y que más allá de lo que le gusta hacer, tiene que sentarse en la oficina, agarrar una calculadora y hacer números. Esa es la parte más difícil y aburrida, porque no es lo que elegiste, sino lo que viene de la mano con lo que sí elegiste.
¿A veces te gustaría delegar esa faceta más estricta de lo que implica ser empresaria?
Creo que eventualmente el emprendedor para crecer tiene que aceptar la presencia de compañeros de trabajo. En algún momento supongo que vendrá un gerente a gerenciarme a mí también. Ese momento todavía no ha llegado porque puede ser que yo todavía no le haya hecho lugar. Pero para que el emprendedor pueda ser exitoso, se tiene que dar que un día se saque la casaca y se la dé a alguien más, no como manera de despojo, sino para compartir. Va a llegar un día que voy a compartir la mitad del escritorio.
¿Te cuesta delegar?
Me costó mucho en sus comienzos, por ese legado de familia inmigrante de que hay que hacer todo. Hace mucho que vengo trabajando para aprender a delegar, porque no es solo hacerlo, sino quedarte contento con eso. La Dulcería en setiembre cumple cuatro años y en el segundo año dejé la televisión e invertí para trabajar mano a mano con mi equipo. Si vos elegís a tu equipo, tiene que ser fácil delegar.
Me imagino que el hecho de haber estado en la televisión, te ayudó con el posicionamiento de la empresa, ¿Qué otros beneficios sentís que el medio le dio a tus proyectos?
Nunca tuve que invertir en publicidad. Ahora, no hay que descansarse en que si te conocen van a venir. La primera torta te la pueden comprar porque sos Xime la de la tele, pero la segunda la van a comprar solo si les gustó.
¿La televisión te hace sentir cierta presión en ese sentido?
No, la presión me la pongo yo misma. Soy muy obsesiva con la calidad, eso fue herencia de mi abuelo, quien decía que jamás hay que sacrificar en ese aspecto. Él siempre decía que la mejor publicidad es hacer las cosas bien —y yo a eso le agrego: tener una buena comunicación —. Son algunas de las razones del éxito.
¿Fracasaste con algún proyecto?
Llegué de España de estudiar bombonería en el 2006 y quería tener una tienda de bombones gourmet. Hice el primero con albahaca y chocolate amargo, que hasta el día de hoy lo vendemos y se llama Basílico. En ese momento quería tener una bombonería que solamente vendiera bombones exóticos, entonces empecé a elaborarlos e hice una estrategia de marketing que fue un fracaso. Consistió en hacer 50 cajas con cartas a mano y las acerqué a personas que yo sentía que me podían dar una mano, que les interesara tener mi producto. De esas 50 cajas, solo por una recibí respuesta y por otra me pidieron una cantidad grande cuatro años después, que fue Silvina Rocha de Quatromanos. Fue una campaña que fue un fracaso, pero me dio mi primer éxito porque que me pidieran 100 cajas de bombones era pila para mí en ese momento.
El segundo fracaso es que no podía tener una tienda que pudiera sostenerse por la venta de un solo producto. El fracaso de la tienda de bombones se potenció cuando empecé a buscar otros productos gancho: cookies, pan con chocolate, tortas… Y por eso tengo hoy La Dulcería.
¿Ves a La Dulcería en un lugar que no sea Uruguay?
Siempre está la posibilidad. Tengo familia en Chile y he tenido propuestas. Es algo que naturalmente se va a dar porque es un concepto que agrada mucho. Así como el extranjero viene por La Dulcería, estaría bueno irnos nosotros para allá. Me imagino exportando el concepto, que haya Dulcerías de Xime en otras partes del mundo. Siempre me consideré muy ciudadana del mundo, las cocinas son iguales en todos lados, cambia la manteca y el chocolate, pero tengo fe de que mi producto pueda ser del agrado de poblaciones muy heterogéneas. En cinco años tiene que haber una Dulcería off-shore.
Es inquieta. Xime Torres se animará al self-branding en sus cereales en barra para el próximo mes y está ultimando detalles para abrir su segunda Dulcería en Montevideo este año. Leé la nota sobre lo que se viene para ella haciendo clic acá.