Hace 28 años, Fernández abrió una peluquería pequeña en Pablo de María y Brandzen. Debido al gran flujo de clientes y a lo bien que se trabajaba, apostó a mudarse a la vuelta, a 18 de Julio y Pablo de María, 15 años después para jugar “en las grandes ligas”. Desde ahí comenzó una suerte de conquista de la principal avenida de la capital del país, con dicho local como casa central que es capaz de atender hasta a 30 personas al mismo tiempo.
“A los cinco años de mudarme, resolví que tenía que empezar a crecer con otros locales y pensé en irme un poco más hacia el centro. Ubiqué un lugar en Plaza Cagancha y abrí el segundo”, comentó la directora de la cadena de salones. Más tarde, en 2014, apareció el tercer Soraya en 18 de Julio y Tacuarembó, esta vez con la particularidad de que allí se puede encontrar los servicios de cama solar y estética corporal. Esta característica se vio influenciada por la tendencia mundial que apunta a que las mujeres quieren atenderse y hacerse todo en un solo lugar: la peluquería, las manos, la depilación, etc.
De acuerdo a Fernández, la razón por la cual se animó a crecer con más sucursales, pero no fuera de la zona de confort, es que en Cordón y Centro confluyen personas de todos los barrios, ya sea porque están trabajando o porque van de paseo. “No estoy en un barrio de poder adquisitivo alto en donde seguro la gente va a gastar, estoy en donde hay gente de Pocitos, Carrasco, Paso Molino y Cordón mismo. Prefiero trabajar así y no tan volcada a un solo sector de la sociedad”, explicó.
Bajo esta misma idea es que Fernández espera abrir su cuarto local también sobre 18 de Julio para este año o principios del que viene y así ampliar su cadena, la más grande de todo el país. “La idea es irme más hacia Plaza Independencia y ahí ya marcaría todo 18 de Julio prácticamente, desde el principio hasta casi el Obelisco”, indicó.
¿Y en cinco años, por ejemplo, se podría pensar en un Soraya fuera de la “zona de confort”? “Me gustaría. Tengo a mi sobrina joven trabajando conmigo y mi hija de 15 años también tiene pensado seguir en el rubro, entonces está la mirada también de ser un negocio familiar, que ellas lo puedan seguir extendiendo”, comentó.
Muchas clientas le dicen a la empresaria “¡qué suerte tenés!”, pero para ella ya 30 años de suerte sería mucho. “La clave es el trabajo bien hecho, ser sincero con el cliente y estar en el salón. No sé si me distingue, pero me da un prestigio que hace que la gente me tenga cierto respeto”, finalizó Fernández.