Pensar en Harley-Davidson es sentir sonar, en el interior de la cabeza, la clásica Born to be wild, de Steppenwolf. Pensar en Harley-Davidson es recordar imágenes de la película Easy Rider. Cruzarse en la ruta con un numeroso grupo de motociclistas es pensar en Harley-Davidson y su modo de vida. Todo este imaginario en Uruguay tiene su sitio propio: el local de Avenida Brasil 2537, punto de encuentro para todos los amantes de estas motocicletas de alta cilindrada, que desde 1997 tiene la representación oficial de la marca en el país.
“Aunque no lo parezca, en Uruguay hay muchos fanáticos de las Harley-Davidson, de hecho hay 650 motos en manos de alguno, de las que 450 se mantienen activas, rodando en los encuentros o salidas a algún punto del país que hacen los propietarios, mientras que unas 200 circulan con muchísima más frecuencia”, dijo Carlos Della Santa a InfoNegocios.
Según el gerente de la marca Harley-Davidson para Uruguay, en nuestro país suelen comercializarse alrededor de 100 motos al año, no existiendo uniformidad, “ya que en un mes podés vender 15 motos, en otro 3, al mes siguiente unas 18 y después 5”, ni grandes diferencias de estacionalidad, “porque comúnmente las motos se venden más en verano que invierno, pero eso con las Harley no sucede, en pleno julio o agosto podés estar entregando una moto”.
Ahora, si bien la marca no ha sido ajena en el mundo ni en Uruguay del efecto recesivo ocasionado por e COVID-19, Della Santa señala que el impacto, que significa una caída del 40% o 50% en la ventas, “nos ha permitido seguir rodando, dado que no tuvimos nunca venta cero de motos”.
“Desde mitad de marzo que explotó todo a la fecha, es decir en estos dos meses, nosotros llegamos a vender unas ocho motos”, puntualizó el gerente de la marca, agregando “que en lo que sí tuvimos caja cero fue la tienda y un poco de movimiento, no mucho, tuvo el taller”.
Se trata, claramente, de las tres líneas de negocio que Harley-Davidson tiene en nuestro país, lo que convierte al local en único punto de encuentro para clientes y fanáticos.
“Es importante aclarar que en la tienda no sólo hay la típica indumentaria motoquera que todos imaginan al hablar de una Harley, hay eso pero también remeras, camperas, guantes, mochilas, llaveros, gorros… tanto para hombres como para mujeres”, señaló Della Santa, agregando que los precios de estas cosas oscilan entre US$ 50 a US$ 250.
En cuanto al valor de la más clásica y básica motocicleta de la marca, una Sportster Iron 883, el brand manager de Harley dijo que cuesta US$ 21.900, “y estamos hablando de un ícono original del estilo Harley-Davidson que marca su esencia de aspecto despojado y puro”.
También hay motos de US$ 40.900 como la Deluxe o de US$ 79.900 como la CVO Limited, pero se tratan de unidades muy especiales que suelen pedirse específicamente a Estados Unidos.
“En lo que tiene que ver con el taller –puntualizó Della Santa–, no se trata solamente de lo que imaginamos como service y demás, sino casi de un centro de estética, ya que mucho trabajo del taller pasa por agregar algún accesorio, poner un tipo de espejo o asiento, etcétera”.
Más allá del freno que el COVID-19 trajo al negocio, Della Santa remarca la idea de comunidad que existe entre los dueños de una Harley-Davidson, quienes a través de la motocicleta experimentan un modo de vida y sociabilización muy especial.
“Ahora, por el distanciamiento social y todas las medidas preventivas que existen para no propagar el coronavirus, los encuentros quedaron en pausa, pero estamos hablando que cada jueves se reunían grupos de 20, 60 o 90 personas en un asado; que cada sábado se organizaba una salida a algún lugar del país y que un sábado al mes, esas salidas, eran de 120 motos que marcaban un punto en el mapa para reunirse y rodar unos kilómetros con su Harley”, finalizó Della Santa, como quien pone un pie en el estribo de la moto y se prepara para salir, acelerando y escuchando, en su cabeza… Get your motor runnin', head out on the highway, lookin' for adventure, and whatever comes our way.