Cómo revolucionar los flujos de trabajo (utilizando la IA de manera transversal)

¿Quién no le pidió a su IA de preferencia que le cambie el tono a un mail o ayuda para investigar acerca de un tema, escribir un código o encontrar patrones y repeticiones en una base de datos? La IA generativa ha mostrado excelentes resultados en ahorro de tiempo en tareas engorrosas, así como aumentos de eficiencia y productividad. Pero, ¿y si eso es apenas de lo que la IA es capaz de lograr?

Imagina que quisieras saber cuáles fueron los cinco servicios más vendidos por tu empresa en el último año o cuáles fueron los tres clientes que más facturación generaron en los últimos seis meses. Ahora, imagina que en lugar de indagar en planillas y archivos y aplicar filtros pudieras simplemente preguntárselo a un chat que, integrado con tus sistemas operativos y bases de datos, responda esas consultas –o las que se te ocurran– en tan solo un instante y con gráficos y comparativas.

Vamos con otro ejemplo: imagina que pudieras contar con un asistente que recorre tu calendario, tu intercambio de correos electrónicos y la interacción con herramientas de organización del trabajo para poder realizar un estimativo de las horas que dedicaste a cada cliente o cada proyecto. O que, a partir del registro histórico de tareas, contaras con un asistente que pueda realizar una estimación del tiempo que te tomará un requerimiento nuevo.

Según Mariano Casero, CTO de Finnegans, la inteligencia artificial generativa está pasando de ser una herramienta divertida y práctica a una indispensable, que cada vez más empresas están integrando en sus operaciones diarias. Según un estudio de McKinsey, de entre 25 atributos evaluados en organizaciones de distintos tamaños, el que más influye en que una empresa logre un impacto positivo en ganancias gracias al uso de IA generativa es el rediseño de los flujos de trabajo. No obstante, solo el 21% de las organizaciones que ya usan IA generativa afirma haber rediseñado de forma fundamental al menos algunos de sus flujos de trabajo.

Entonces ya no se trata tanto de seguir sumando nuevas herramientas tecnológicas a la rutina empresarial. Sino de hacerlo bien. Los cambios verdaderos surgen cuando la IA se integra a las compañías como un elemento transversal: que cruza áreas, dialoga con las personas, y entiende y potencia el propósito de la organización.

Ahora bien, para que esa integración sea sostenible, es importante cuidar un aspecto central: el emocional. La IA, como toda innovación tecnológica, despierta fantasmas. Muchos equipos técnicos y no técnicos presienten que esta tecnología viene a reemplazarlos y no a ayudarlos. Por eso, resulta clave que desde los puestos de liderazgo se fomente un cambio de mirada: entender que la mejor IA no es la que sustituye, sino la que potencia. Cuando las personas logran abrazar la tecnología como una herramienta a su favor, la integración se vuelve más fluida.

No es un proceso lineal ni inmediato. Como toda transformación, lleva su tiempo y, como toda innovación tecnológica así de disruptiva, genera emociones fuertes y polarización. Pero a medida que pasan los años y nos movemos de los extremos de escepticismo o fanatismo total, vamos entendiendo que la mejor tecnología, la que se integra a las organizaciones de forma saludable y sostenible, es la que se concibe como una herramienta. Y una herramienta a favor de las personas.

Cuando se logra una adopción genuina de las nuevas tecnologías, los resultados empiezan a verse más allá de la productividad. Se generan culturas más ágiles, abiertas al cambio y con más capacidad de adaptarse a escenarios volátiles. La organización aprende más rápido, se comunica mejor, comparte más conocimiento y eso forma parte de la cultura. Porque en definitiva, la IA que transforma no es la que desplaza a los humanos, sino la que los potencia. 

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