Más que vino… un patrimonio (Familia Moizo se consolida en el negocio del enoturismo)

Hace siete décadas que en el kilómetro 34.200 de la Ruta 5, en la zona de Progreso, hay una empresa familiar que ha hecho de la producción vitivinícola un mojón cultural en la zona. Y tanto es así que el desarrollo de actividades enoturísticas de Bodega Familia Moizo ha sobrepasado el de la comercialización de vinos finos. Para conocer más esta historia dialogamos con Omar Moizo, cuarta generación de una familia que apostó a quedarse en el campo y seguir una tradición que es patrimonio.

En el marco de la 30ª edición del Día del Patrimonio, que se llevará a cabo el próximo sábado 5 y domingo 6 de octubre bajo la consigna El vino como tradición, inmigración, trabajo e innovación, en InfoNegocios fuimos hasta una de las bodegas que, durante todo el año, vive y muestra su “patrimonio” como pocas bodegas lo hacen.

“En general la actividad enoturística en las bodegas se concentra entre los meses de diciembre y marzo, pero nosotros en Bodega Familia Moizo tenemos actividades todo el año, todos los fines de semana e incluso, entre semana, una celebración o un evento corporativo nos tiene acá, trabajando”, dijo Omar Moizo, enólogo y director de la firma, agregando que anualmente la bodega recibe en estas actividades unas 3.000 personas.   

Abriendo las puertas del casco antiguo de la casa e invitando a recorrer los viñedos, la cava, la bodega y la tienda de Bodega Familia Moizo, la firma se consolida en el negocio del turismo enológico, “tanto es así que el mismo ya sobrepasó, hace unos años, al de la venta de vinos finos, situándose a veces en un 70% y 30% o bien un 60% y 40%”, dijo el integrante de la cuarta generación Moizo, cuyo bisabuelo llegó al país en 1856, partiendo del Piamonte –más precisamente de un pueblo llamado Montechiaro D´ Acqui– y afincándose justamente donde está actualmente la bodega.

“Esta es mi hogar, acá viví toda la vida y siento que es importante poder seguir apostando a la tierra, al campo, a desarrollarse allí donde uno tiene sus raíces. No es sencillo, claro, pero las empresas familiares tenemos que adaptarnos a los cambios”, sostuvo Moizo, agregando que para quienes han estado toda la vida en el negocio vitivinícola es “muy duro ver cómo muchas bodegas fueron cerrado por no poder continuar con un negocio que iniciaron sus antepasados”.

En el caso de Bodega Familia Moizo, el enólogo cuenta que él y su esposa, Sonia Emed –también enóloga–, han podido inculcar en sus hijos la pasión por la producción de vino y los tres –Fiorella, Antonella y Lucas– acompañan el negocio familiar desde distintas áreas, tanto desde la comunicación como del desarrollo agrónomo y la enología.

En términos de negocio, Bodega Familia Moizo pasó de la producción de vino de mesa a la de vino fino, contando actualmente con 10 etiquetas de las variedades clásicas como Tannat, Cabernet Sauvignon, Cabernet Franc, Pinot Noir y Chardonnay, entre otras, provenientes de un viñedo de 11 hectáreas.

“Nosotros hacíamos mucho vino de mesa, unos 800.000 litros anuales, pero desde la reconversión vitícola en adelante, que se dio entre 1990 y 2000, fuimos gradualmente dejando el vino de mesa y comenzamos a producir vino fino. Así hasta 2010. Actualmente, en Bodega Familia Moizo trabajamos unos 50.000 kilos de uva para vino fino, lo que nos permite elaborar unas 35.000 botellas que se venden enteramente en el mercado local”, apuntó Moizo.

En el marco del 70 aniversario de la bodega, fundada precisamente en octubre de 1954, el enólogo insistió en el valor cultural, social y patrimonial del enoturismo, al que se dedica de lleno en la bodega desde 2015.

“El enoturismo en Bodega Familia Moizo se vive de modo patrimonial todo el año, porque entendemos que en el trabajo con el vino hay valores materiales e inmateriales, tangibles e intangibles… hay tradición pero también innovación, hay pasado pero hay mucho más futuro”, remarcó el enólogo. 

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