… en ese preciso momento se escucha la voz del capitán por los parlantes del avión tranquilizando a los pasajeros, dando cuenta que la inestabilidad del vuelo no reviste mayor peligro y se solucionará en no más de treinta segundos cuando atraviesen la zona de turbulencias.
Muñequita: “(apartando a Raúl de un empujón), ¡viejo sátiro!, ¡suélteme, que se ha creído!”
Raúl: “Pero… ¿no me pidió que la besara como nunca he besado?”
Muñequita: “¡Sí!, ¡porque estábamos a punto de morir!… pero nos hemos salvado”.
Raúl Blackboard, romántico y devoto de la virgen. “Fotógrafo por desesperación”, se decía. Su primer empleo fue en la Administración Pública y era tal la angustia que le provocaba saber que en algún momento le tocaría manipular herramientas que decidió renunciar a las cuarenta y ocho horas... "me hice fotógrafo para no laburar", aclaraba sin ponerse colorado.
Poco se conoce sobre sus orígenes, su edad era inestimable y menos se sabe qué destino le deparó la vida, un buen día desapareció (sus íntimos cuentan que encontró consuelo en una prostituta cubana y se radicó en los pagos de Fidel, que fuma habanos y sufre pesadillas, sueña que trabaja). Su desempeño como profesional se orientaba a cubrir bautismos, comuniones, fiestas de quince, casamientos, Bar Mitzvá, Brit Milá, bodas judías y todo evento que continuara con un festejo gastronómico; de esa manera economizaba un almuerzo o la cena y si los contratantes eran generosos también ligaba algo para llevarse a casa.
Hasta aquí nada extraordinario… salvo la habilidad que tenía para anudar y desanudar la corbata… le tirabas una y la descosía, conocía más de veinte modos distintos de atarlas y si le cronometrabas el tiempo, en menos de sesenta segundos era capaz de ejecutarlos “sin copiar y sin repetir”, su destreza llegaba al punto de poder anular una mano y realizar con éxito varios de ellos…
… el único nudo que jamás pudo desatar fue el que atragantó su garganta esa tarde de mayo del noventa y ocho cuando retornando a su ciudad en vuelo directo confesó el cariño y su virgencita querida le dio la espalda.
Hablar de nudos obliga tratar sobre cuellos también. En un principio se utilizaron para proteger la garganta y con el tiempo pasó a ser un ornamento que en conjunción con la corbata cumplen una función estética que enmarca el rostro.
A finales del XIX se registra en Inglaterra la primera camisa abotonada pero sólo las personalidades bien posicionadas podían permitirse el lujo de lavarla a menudo. Por ello, surgió el cuello de quita y pon, con el que intercambiando únicamente la parte más visible de la camisa se conseguía una imagen de limpieza y pulcritud. En la fotogalería de esta semana vamos con ellos, te explico cuales elegir según la ocasión y practicamos algunos lazos para lucir… ojala puedas aprovecharlos.
¡Salud! y nos leemos en la próxima.
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