Hawaii (EE.UU.)

(Especial El Galeón) Islas del sol, de las flores y de las lunas de miel a la americana. Hawaii es el paraíso de los surfistas y de los modernos adoradores de la playa. Maui, Waikiki, Honolulu, nombres que tientan por belleza y exotismo.

Texto: Graciela Cutuli.
Fotografías: gentileza Hawaii Visitors and Convention Bureau.

Aloha! El sol brilla y el aire trae una brisa húmeda que no nos abandonará hasta el final de la estadía. La isla de las flores y las olas da la bienvenida a los viajeros en la forma tradicional, con un collar de flores y una sonrisa que ilumina los rostros orientales de las chicas en el aeropuerto. Parece que se está muy lejos de Estados Unidos, aunque este archipiélago es un estado más de la federación norteamericana, y se encuentra muy cerca de las vacaciones soñadas que prometían las gigantografías en la agencia de viajes.

En el avión hubo tiempo de pensar que no es mucho lo que sabemos de Hawaii: que aquí está Pearl Harbor, con su carga evocadora de la Segunda Guerra Mundial; que la palabra hawaiana wiki (rápido) está de moda ahora en Internet gracias a la Wikipedia y otros sitios semejantes; y que nos encontramos en uno de los mejores lugares del mundo para subirse a una tabla de surf. Sin duda, tendremos tiempo de descubrir muchas cosas más de este archipiélago que posee en total 80 islas y atolones, pero sólo ocho principales: Niiahu, Kauai, Oahu, Molokai, Lanai, Kahoolawe, Maui y Hawaii (la big island para distinguirla del nombre general del conjunto). Nuestra primera escala es Honolulu, la capital, en la isla de Oahu. Aloha nuevamente... y a conocer.

Honolulu y Waikiki
A primera vista, ya vamos descubriendo que las Hawaii son un oasis de diversidad y naturaleza. Más allá de la playa, las flores y el sol, Honolulu -el centro tradicional de las artes, la educación, la cultura y el comercio- se trata de una ciudad moderna y cosmopolita, donde las torres de vidrio se codean con los edificios victorianos. No podemos resistir a la tentación de ponernos la remera que dice Aloha, el primer y más tradicional souvenir turístico, para lanzarnos a recorrer los cafés, los mercados y las boutiques internacionales que saben lograr un justo equilibrio entre la proyección hacia el futuro y la cultura tradicional hawaiana.

Elegimos recorrer Honolulu de la forma tradicional, en los buses locales, que son eficaces y accesibles, pero sobre todo nos permiten acercarnos a la vida cotidiana de la ciudad, que descubrimos llena de propuestas divertidas: el Planetario, con su show sobre los cielos tropicales; el Centro Marítimo, con exhibiciones sobre la relación de Hawaii y el océano; el elegante Iolani Palace, donde residía la antigua monarquía; el Museo de las Misiones, con su influencia de Nueva Inglaterra; y el Memorial de Pearl Harbor. Y no es todo: nos sorprende también el Acuario de Waikiki, con su esplendorosa muestra de la vida submarina en los arrecifes coralinos; el zoológico, donde hay shows de elefantes y animales de todo el mundo; y el Bowfin Submarine Museum Park, donde se puede visitar un submarino de la Segunda Guerra Mundial. Donde sea, la cordialidad de la gente nos hace sentir cómodos, bienvenidos. Y empezamos a comprender que el encanto de Hawaii existe mucho más allá de sus paisajes...

Nuestro segundo paseo, claro, es para concretar una de las motivaciones del viaje: vamos a Waikiki, la más emblemática playa de Honolulu, para nuestra primera clase de surf. Todo un desafío. Esta playa, rodeada de una franja de hoteles que podría marear al turista más experimentado con su propuesta de actividades (y eso que aún no probamos la vida nocturna), comenzó a desarrollarse en los años ´20, cuando se construyeron los primeros edificios art-déco. Desde entonces, no paró: para los años ´60, cuando empezaban a aterrizar en Honolulu los primeros Jumbos, Waikiki se convirtió en el mito turístico que es hoy. Eran los tiempos del flower-power, literalmente, en estas islas tropicales donde el clima siempre invita a disfrutar del sol. Después de dejar nuestras cosas, nos subimos a nuestra primera tabla de surf para comprobar que es más fácil verlo que practicarlo. Sin embargo, los profesores son entrenados y con paciencia en turistas inexpertos, así que nos inician en el secreto del antiguo “deporte de los dioses” con bastante pericia (ellos, no nosotros): el resultado es que después de decenas de remojones conseguimos mantenernos un poco en pie, y probar por unos segundos la experiencia fascinante de dejarnos arrastrar por las olas. Menos mal que no son “las” olas, aquellas que llegan hasta los nueve metros de altura, y que atraen a este lugar a los surfistas más experimentados. Lo nuestro es otra cosa, pero no menos divertido, y sobre todo con el toque de misterio que le pone a las instrucciones del profesor su inglés mechado de pidgin, el dialecto local, que lo vuelve incomprensible, pero tan exótico y sabroso como la cocina local.

Maui
Honolulu merece más tiempo -visitamos el Diamond Head Crater, el cráter de un volcán extinguido que ofrece una vista espléndida después de 45 minutos de ascenso; la fascinante Chinatown, con sus templos y restaurantes; y nos quedamos con ganas de más- pero también cedemos a la tentación de visitar otras islas.

Al fin y al cabo, Hawaii no está tan cerca como para dejar de lado la ocasión de conocer lugares que nos incentivan la fantasía: Maui, la “isla del valle”, que se conoce así por el istmo que separa las montañas del oeste del monte Haleakala, con su bajada directa al océano. Esta región incluye las islas de Molokai, Lanai y Kahoolawe; esta última deshabitada, tristemente célebre tiempo atrás porque era blanco de bombardeo de la marina norteamericana (hasta que ganó la protesta de los habitantes y ahora está siendo recuperada).

Las tres áreas principales de Maui -oeste, sur, central-, donde antiguamente se explotaban las plantaciones de caña de azúcar y ananá, hoy son un paraíso turístico declinado en todos los resorts que puedan imaginarse. En los distintos puertos es posible tomar excursiones embarcadas para llegar a las islas más pequeñas, visitas guiadas de pesca y hasta avistaje de ballenas. Nuestra estadía se concentra en el oeste, en la histórica ciudad de Lahaina, donde -como en todas partes- los edificios antiguos se volvieron restaurantes, bares y negocios de toda clase, sobre todo artesanías, joyerías y galerías de arte porque éste es también el paraíso de las tentaciones, y nos lanzamos a comprar aunque sabemos que difícilmente vayamos a usar a la vuelta alguno de los recuerdos. En este contexto es ideal, pero al volver habrá que ver si nos animamos al look hawaiano.

Aunque es difícil elegir, para el álbum de regreso optamos por dos lugares entre los más lindos de la isla: las playas de Ka´anapali y Kapalua, rodeadas de un exquisito marco tropical y de un rosario de hoteles de lujo. Cerca del antiguo Pioneer Inn, nos refugiamos al mediodía en el banyan tree, el árbol más grande de las Hawaii traído de la India en 1873. Se trata de un símbolo local y también lo mejor que puede encontrarse cuando se busca sombra reparadora, acunados por el canto de los pájaros que anidan en sus ramas. Nuestro viaje, que ya se acerca a su fin, concluye en el Sugar Cane Train -oficialmente llamado Lahaina-Ka´anapali & Pacific Railroard-, que nos permite internarnos junto a un grupo de viajeros en lo que fueron las plantaciones de caña de azúcar de la isla. Lo que aquí aparece es otro mundo, lejos del turismo, pero rico en color local: un mundo más vinculado a las raíces de las Hawaii antes de su conversión turística, que aunque hoy está en las sombras no ha quedado definitivamente olvidado. Como no está olvidado en la sonrisa de las chicas, en la gentileza de nuestros guías en cada tramo del viaje y en el cielo que copia los colores del Pacífico con cada ola.

Aloha... y también adiós, rogándole a Pele -la diosa de los volcanes hawaianos- que haya en nuestro futuro un regreso a las islas de las flores y del mar.

DATOS ÚTILES
La mejor época para ir: De junio a octubre, período más caluroso. Entre diciembre y marzo, época de lluvias. Abril, mayo, setiembre y octubre: los meses más moderados y agradables.

Requisitos migratorios: Visa para ingresar a Estados Unidos.

Paseos: Vuelos en helicóptero. Salidas embarcados para avistar ballenas jorobadas (entre noviembre y marzo). También se divisan desde los puntos más altos de la costa.

Compras: Vestidos femeninos (muumuus) muy livianos y cómodos; golosinas con macadamias (forma de avellana); música hawaiana; flores tropicales; tablas de surf.

Comidas: Ideal para probar la cocina oriental en sus distintas formas y la comida propia de las islas, rica en pescados y frutos de mar. Especialidades: chicken luau (cocido en leche de coco); kulolo (pastel de taro, una planta local); lilikoi (fruto de la pasión), ohelo berry (una baya usada en conservas y jaleas) y poi (puré de raíz de taro hervida).

Alojamiento: Royal Hawaiian, Honolulu. Sheraton Waikiki.

TIPS Y CURIOSIDADES

- Al preguntar una dirección, los locales dicen mauka (hacia la montaña) o makai (hacia el mar); un sistema muy práctico para orientarse.

- Al visitar una casa de nativos, entre sin zapatos y lleve algo de comer. Nunca rechace un collar de flores. Si lo invitan con poi (raíz de taro hervida, hecha puré y fermentada), cómalo con la mano (el estilo local es con dos dedos), o el anfitrión puede ofenderse.

- Los geckos, pequeñas lagartijas que se ven en paredes o techos, son inofensivas y resultan muy útiles porque comen los insectos.

- No se lleve rocas ni arena volcánica (la diosa Pele puede castigarlo, según la tradición).

CONTACTOS

Código de área telefónico: 808
Hospital de Urgencias: Straub Clinic & Hospital. Tel. (808) 522-4000.
Policía: Hawaii Police Department, 349 Kapiolani Street, Hilo, Hawaii.
Embajada de Argentina: Los Angeles: 5055 Wilshire Blvd., Suite 210. Tel. ++1 (323) 954-9155.
Internet: www.gohawaii.com

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