En segundo lugar se ubicó un buen Bordeaux añejo de la comuna de Pauillac, AOC (Cabernet-Cabernet Franc), por su “personalidad memorable”. Tercero: un Oporto de 1985, no tan añejo pero con mucha historia; cuarto, un Barolo de 1961, “por mil cosas”, entre ellas porque le recuerdan a sus primeros pasos afinando el paladar, y por último un buen Malbec blend 2003 de viñas antiguas de San Rafael (Mendoza) “por sus notas achocolatadas, de membrillos y pimienta blanca con bouquet de pétalos de rosas y que nos demuestra la evolución vinícola del nuevo mundo”. Según Charlie, el mundo se está balanceando y hoy se mira mejor al sur. Como decía Benedetti… “el sur también existe”. Y para “llenar la copa” que lo reconoce como mejor comunicador del mundo, Charlie usaría un Tannat del 1979 de la antigua Bodega Carrau, “de los mejores vinos que he bebido en mi carrera de catador” recuerda. Y define: “Es de esos vinos que invaden el alma y me llevan a las viñas de Colón cuando era chico. Ese vino compartido en casa de los Carrau ha quedado pegado en mis archivos olfativos como un documento inolvidable. Me inspira a decir que cuando el Tannat añeja bien puede competir en el mundo”.
Los cinco vinos que no podés dejar de probar antes de morir (by Charlie Arturaola)
El uruguayo Charlie Arturaola, ya una leyenda en el mundo del vino (este año fue reconocido como el “comunicador del año” por la International Wine and Spirit Competition’s) se tomó unos minutos para respondernos cuáles eran los cinco vinos que uno no podía dejar de probar en su vida. El primer lugar de su top five lo ocupa un Tannat de guarda, y si bien no se la juega por ninguno en particular, reconoce que “ese bouquet a arándanos y ciruelas pasas, especias con buena acidez y taninos sedosos, hace pensar que sí se puede hacer buen vino”.