La "cuerda floja" se pone de moda en las playas de litoral brasileño. ¿Lo adoptaremos en nuestras arenas?

En las playas del litoral brasileño los jóvenes curten una nueva disciplina deportiva: el slackline, que no es otra cosa que hacer equilibrio sobre “la cuerda floja”. Está causando furor en Brasil donde incluso hay un circuito competitivo. Se trata de una disciplina relativamente económica porque además de la cuerda, precisa de al menos un par de árboles donde atarla y una mullida duna, para que la caída no sea muy complicada. En Brasil, el kit cuesta entre 200 y 300 reales (promediemos en US$ 120). En Argentina, el kit puede costar entre 450 y 950 pesos (algo así como entre $ 1.500 y $ 3.000 de los nuestros).

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A diferencia de la cuerda floja circense, en el slackline la cinta es ligeramente elástica, lo que permite efectuar saltos y movimientos más dinámicos. La tensión de la cinta puede ser ajustada para satisfacer el nivel de experiencia del usuario. La característica dinámica de la cinta permite hacer trucos como saltos y flips. Al mismo tiempo, se pueden realizar posturas de yoga o acrobáticas, lo que permite distintas modalidades de entrenamiento.
Dentro del slackline se pueden encontrar distintas prácticas que utilizan los mismos principios y materiales. El tipo de slackline más difundido es el trickline donde la cinta se ubica a poca distancia del suelo y bien tensa. En esta modalidad se practican principalmente saltos y trucos de destreza. Las longlines son cintas de más de 30 metros y se utilizan principalmente para caminar ya que requieren concentración y práctica. La modalidad más extrema se conoce como highline y se realiza sobre cintas ubicadas a más de 20 metros de altura. Las highlines requieren equipo especial y experiencia en seguridad y montaje. El origen del slackline es atribuido a un par de escaladores del Valle de Yosemite, en California, a principios de los años 80.

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