El proyecto se completó. Se entregó a tiempo, los objetivos se cumplieron, los informes muestran éxito. Desde afuera, todo parece estar bien. Pero adentro… algo se siente distinto.
En más de una organización, me ha tocado acompañar procesos donde el foco estaba puesto exclusivamente en el resultado. Se medía el avance, se ajustaban los indicadores, se celebraban los cierres. Pero al conversar con los equipos, aparecía otra historia: agotamiento, desmotivación, malestar. El proyecto “salió”, sí. Pero ¿a qué precio humano?
Como en una obra de teatro, un proyecto tiene un escenario visible —los aplausos, los entregables, los reconocimientos— y un detrás de escena lleno de dudas, emociones contenidas, cansancio acumulado y, a veces, pérdida de sentido.
El iceberg del proyecto
La metáfora del iceberg nos ayuda a visualizar esta dinámica. Lo que está por encima del agua —los KPIs, los reportes, las tareas completadas— representa el éxito visible. Pero lo que sostiene o sabotea ese logro está debajo: las emociones no expresadas, las conversaciones postergadas, la fatiga emocional, la sensación de no haber sido tenidos en cuenta.
No atender esa parte es como navegar entre icebergs sin mapa, tarde o temprano, se choca con lo no visto.
Un gerente me contaba hace poco que, tras finalizar un proyecto muy demandante, el ausentismo aumentó. En términos técnicos, el proyecto había sido un éxito, porque cumplió con tiempos, costos y alcance. Pero en las semanas siguientes, se acumulaban las licencias por estrés, las consultas médicas, y promesas de renuncias. El equipo, simplemente, estaba agotado.
Y es que lo que no se dice, se manifiesta. En ausencias, en rotación, en apatía. Las personas siguen presentes físicamente, pero su motivación ya no está. Cumplen, pero no crean. Responden, pero no se comprometen. El cuerpo está, pero la implicación emocional se diluyó.
Lo emocional también necesita gestión
Ronald Heifetz, experto en liderazgo adaptativo, sostiene que “el liderazgo consiste en ayudar a las personas a enfrentar una realidad difícil y a pasar por la incertidumbre con sentido”. No alcanza con tener claridad en el plan, hay que tener sensibilidad para leer lo que el plan deja fuera.
Simon Sinek también lo dice claro: “Los líderes son responsables de las personas que son responsables de los resultados”. En otras palabras, si el proyecto fue exitoso pero el equipo quedó desbordado, la cuenta no cierra.
Liderar proyectos es mucho más que entregar a tiempo. Es sostener a las personas mientras atraviesan exigencias, dudas, exigencias y tensiones internas. Es ofrecer espacios para hablar de lo que duele dejar atrás, no solo de lo que se quiere alcanzar. Es dar tiempo para procesar, para adaptar, para recuperar energía.
¿Qué podés hacer como líder?
Aquí algunas sugerencias prácticas:
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Incluí momentos de pausa reflexiva en las distintas etapas del proyecto. Un “check-in” emocional al inicio, a mitad y al final puede abrir conversaciones poderosas.
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Hacé visibles los logros humanos, no solo los técnicos: reconocer la adaptabilidad, la colaboración, la escucha.
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Fomentá el permiso para sentir: validar el cansancio no lo agrava, lo humaniza.
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Planificá la recuperación como parte del cierre: un equipo agotado no arranca bien el siguiente desafío.
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Escuchá lo que no se dice: las señales están ahí —la energía en las reuniones, los silencios, las cámaras apagadas, los mensajes breves— y tedicen más que un dashboard.
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Liderar con presencia: como dice Otto Scharmer, “no se lidera desde el saber, se lidera desde la presencia”. Estar atentos, escuchar sin interrumpir, dar lugar a lo que no aparece en los informes pero se siente en el clima.
Lo invisible también cuenta
El éxito de un proyecto no se define únicamente por los números. Se mide también por cómo llegan las personas al otro lado del proceso. Si se sintieron valoradas. Si encontraron sentido. Si pudieron sostenerse.
Porque al final, ningún proyecto es sostenible si las personas quedan al margen de la ecuación.
Referencias
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Simon Sinek – Start with Why: sobre el poder del propósito como motor de compromiso.
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Daniel Goleman – Inteligencia Emocional: cómo la gestión emocional impacta en el rendimiento de equipos.
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Otto Scharmer – Theory U: la importancia de liderar desde la presencia y la conciencia del sistema.
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