Una mujer incansable, luchadora, comprometida. Decir esto de Laura Rosano no es decir poco, pero posiblemente es el mejor modo de describir a esta cocinera, productora agroecológica y cervecera artesanal con frutos nativos. El coronavirus, como a todos, la tomó por sorpresa, pero la encontró trabajando en Ibira-Pitá, su chacra ecológica, en plena cosecha y con un montón de proyectos en marcha que la crisis no logró frenar del todo.
Luego de 20 años de experiencia como chef –10 de ellos en Suecia y Holanda–, Rosano regresó al país y se instaló en San Luis, departamento de Canelones, donde concretó un viejo sueño: tener su propia chacra ecológica, Ibira-Pitá, en la que tiene más de 2.500 árboles frutales nativos como el arazá rojo y amarillo, el guayabo, la pitanga, el butiá y el guaviyú, entre otros.
Allí, Rosano produce cerveza artesanal con frutos nativos, hace miel libre de agrotóxicos, investiga, realiza talleres de educación alimentaria, lleva adelante cenas y degustaciones al atardecer; allí ella acaba de terminar y editar por sí misma una nueva edición del libro “Frutos nativos de Uruguay. Recetarios actualizados y ampliados” y se hace un tiempo para cumplir con su rol de coordinadora nacional de Slow Food Internacional en Uruguay.
Entre tantas actividades, el coronavirus parece haber llegado al campo sin hacer mucho ruido, sin embargo, Rosano remarcó a InfoNegocios que le tocó en uno de los mejores momentos del año, en plena cosecha –más allá de la dura seca–, con libro nuevo entre las manos y un montón de reservas de los paseos y cenas al atardecer en la chacra, que tuvieron que cancelarse por razones obvias.
“La verdad es que, teniendo claro que se viene una crisis económica muy grande, lo mejor o más optimista que podemos hacer ahora es reinventarnos. Ver esto como una oportunidad para que existan más productores de alimentos, más mercados locales, más comercialización directa. Es un gran momento para que la gente vuelva a generar economías locales, menos dependientes”, enfatizó Rosano, quien cuenta con un posgrado en Dieta Mediterránea y Cocina Contemporánea por la Universidad de Barcelona.
En cuanto a los proyectos que ya tenía en marcha, lo que tuvo un parate inmediato fue los paseos y cenas al atardecer en Ibira-Pitála, “algo que venía funcionando muy bien en enero y febrero, con cupos llenos siempre”, dijo la cocinera y productora, agregando que si bien el ingreso por esas veladas gastronómicas era interesante, lo hacía más por el placer de mostrar la chacra, la casa y todo lo que es posible hacer con nuestra manos.
Con respecto a su libro, Rosano explicó que “dos semanas antes de la confirmación de los primeros casos de COVID-19 en Uruguay el original entraba a imprenta, cuya edición salió con toda plata de mi bolsillo”. En este sentido, si bien la idea inicial era tener una venta más directa de “Frutos nativos de Uruguay”, Rosano encontró en la comercialización online un canal para que su libro llegue a las manos de quienes lo deseen.
En lo que se refiere a la cerveza artesanal (un proyecto que Rosano lleva adelante junto a Paula Rama), cuya marca es Ibira-pitá y se presenta en tres sabores: arazá, guayabo y butiá, la emprendedora dijo “por primera vez en la historia me quedo con stock”, ya que el fuerte de esta venta es en restaurantes y pubs especializados, en los que mensualmente vendía los 300 litros que preparaba (100 de cada sabor).
Ahora bien, para Rosano, la mayor preocupación con respecto al coronavirus está en otro tipo de pandemia, “que son todas las enfermedades vinculadas con la mala alimentación”, algo que el COVID-19 va a agravar porque –según Rosano– “Uruguay no se abastece de comida real ni de la mitad de las frutas que una adecuada alimentación debe tener”.
“Ahora no es el problema –dijo Rosano–, pero lo será cuando no haya producción de alimentos. El punto es que si no hay políticas públicas dirigidas a esto… no a la soja, la carne o el arroz, sino al productor de comida de verdad, como la papa, el tomate, la cebolla o frutas como la manzana y la naranja, esto empeora”.
Según la productora agroecológica, “el peso de la comida de toda la población está en apenas un 5% de pequeños productores, de 10 o 15 hectáreas o menos, no en terratenientes ni multinacionales… Si eso no cambia la crisis va a ser peor, porque no puede ser que un tambero chico, por ejemplo, reciba $ 5 por cada litro de leche… No hay fondos ni maquinaria ni tecnología que levante eso”.
“Por eso –finalizó Rosano–, tenemos que tomar este escenario como una oportunidad de cambio, de reinventarse, de planificación”.