Con la presencia de dos líderes de pueblos originarios, una de la comunidad wayuú –pueblo que habita la península de La Guajira, en la frontera entre Colombia y Venezuela– y el otro de la región del Chocó –territorio del Pacífico colombiano–, Gina Vargas de Roemmers inauguró el pasado miércoles 1º de octubre Artesia, un proyecto filantrópico que combina el arte contemporáneo con las distintas culturas latinoamericanas, en el que también pueden adquirirse piezas artesanales y degustar un café blend colombiano propio.
Como diseñadora de indumentaria y especialista en alta costura, Vargas de Roemmers ha contado en más de una ocasión que creció en Bogotá entre telas y alfileres, ya que su familia confeccionaba honorariamente los trajes para las monjas de un convento de la ciudad. Luego, la vida la llevó por otros rumbos y así viajó mucho, sobre todo por Latinoamérica, desde el lago Titicaca hasta el desierto de La Guajira, encontrándose en el camino con aimaras, quechuas, wayuús y, sobre todo, su arte ancestral.
Según Vargas de Roemmers, tanto el espacio expositivo de arte como la boutique de piezas artesanales y la cafetería giran en torno a un mismo propósito: dar valor al arte y a los oficios transmitidos de generación en generación, pero puestos en valor y en diálogo con lo contemporáneo.
“Artesia es una curaduría de arte en la que conviven los productos elaborados por las comunidades con las creaciones de artistas internacionales”, dice Vargas de Roemmers, recordando que “desde muy chica, mi madre y mi abuela costureras, me transmitieron el legado de valorar la importancia de lo hecho a mano”.
Con una inversión inicial de 500.000 dólares que se estima llegará al millón en los próximos años, en Artesia el valor de las obras varía según su origen y complejidad, pudiéndose encontrar piezas y objetos de arte con precios superiores a los 7.000 dólares, realizados por artistas locales e internacionales invitados para estar presentes en cada temporada.
Artesia también cuenta con piezas ancestrales de alto valor cultural a un valor entre 1.500 dólares a 5.000 dólares, ofreciendo a su vez líneas de moda y decoración con objetos para todo público. Se trata de piezas irrepetibles, desde vasijas, jarrones y cestería hasta vestidos, carteras, textiles y accesorios.
La colección exhibida en este nuevo rincón de Carrasco representa la diversidad y riqueza de comunidades como la wayuú, la kankuama, la guambiana, la sikuani, la tikuna, la waunana y la arhuaca, entre otras.
“Creo que encontré en Artesia –dijo Vargas de Roemmers– una puerta abierta para que todos los emprendedores, diseñadores emergentes y artesanos tengan voz, un lugar para que ofrezcan sus piezas y la gente los conozca”.
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