La disyuntiva entre la sostenibilidad y la rentabilidad.

Las empresas actualmente sienten una gran presión por incluir en su operativa aspectos de ESG (ambientales, sociales y de gobernanza, por sus siglas en inglés) dadas las grandes ventajas competitivas y la demanda que generan sus grupos de interés, pero, al mismo tiempo, tienen que cumplir con inversores que no están dispuestos a bajar su rentabilidad, y con clientes que no están dispuestos a asumir mayores costos.

 

Dada esta situación, las empresas y los inversores deben encontrar un equilibrio entre las exigencias a corto plazo y las iniciativas necesarias para llevar a cabo sus objetivos a largo plazo. Para lograrlo se deben seguir una serie de pasos:

  1. Identificar cuál es el propósito de sostenibilidad, es decir, implementar las actividades que definan la identidad de la empresa o si simplemente el fin es cumplir con exigencias regulatorias. 

  2. Buscar una manera de combinar las necesidades de los grupos de interés, o sea, definir hacia dónde se dirige la empresa, el por qué y cómo llegar hasta ahí. 

  3. Generar confianza. Si bien los inversores ven la sostenibilidad como una prioridad, exigen mayor control financiero y transparencia. 

  4. Invertir donde se genera el impacto. Según un estudio de PwC sobre la inversión en tecnología climática, la mayoría del dinero que se destina a esta tecnología no está alineado con el impacto del carbono.

La importancia de la comunicación de estos puntos analizados por parte de los directivos a los inversores, en donde se explica el por qué es importante priorizar la sostenibilidad y qué aspectos son necesarios para poder ser competitivos a largo plazo, es fundamental para evitar esta disyuntiva.

Fuente: “El nuevo mandato en materia de sostenibilidad”, Ideas PwC.

Noelia Lopez, gerente de Auditoría de PwC Uruguay.

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