La industria textil es la segunda más contaminante del planeta, luego de la petrolera, según la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Según informaron en la Conferencia sobre Comercio y Desarrollo, hacer un par de jeans requiere 7.500 litros de agua, lo que bebe una persona (promedio) en siete años.
Se están llevando a cabo diversas acciones a nivel mundial para contrarrestar el efecto de esta industria en el medio ambiente por parte de organismos internacionales, marcas reconocidas, organizaciones civiles y agentes influyentes. Todos coinciden en que la presión social para comprar y la rapidez con la que cambian las tendencias influyen en el consumo masivo irrefrenable de la industria textil.
A nivel micro se pueden hacer muchas cosas que ayuden a frenar el deterioro ambiental. Una de ellas es reciclar las prendas. En esta línea, desde hace algunos años vienen creciendo de forma exponencial las tiendas de segunda mano, que ofrecen ropa usada en buen estado para que alguien le dé un nuevo uso.
Este estilo de venta tiene diversas manifestaciones. Hay desde tiendas grandes que ya se han convertido en cadenas (como Retroka), hasta grupos de amigas que deciden ganar algo de dinero con ropa que ya no usan y crean una página de Instagram o la venden en la feria. Algunas cuentas venden solo ropa de segunda mano, y otras también ofrecen prendas nuevas. También hay tiendas que, además de vender sus prendas, trabajan con comisión: aceptan ropa de cualquier persona que quiera venderla (siempre que esté en buen estado) y luego dividen las ganancias.
Frenetica - Second Hand nació en 2017. Sus creadoras son tres mujeres que en ese momento, cuando todavía “no estaba tanto el boom de las second hand” se habían quedado sin trabajo, tenían mucha ropa que no usaban y querían hacer algo de dinero: “La idea era descongestionar los roperos y hacer algunos pesos”, afirmaron a InfoNegocios. Durante el primer año consiguieron casi 8.000 seguidores en Instagram y las tandas de ropa que subían las vendían “en seguida”. Para marcar precios se fijaban en el estado de la prenda, en qué precio ellas serían capaces de pagar por ella y en si se usaría o no. Hoy en día suben ropa de forma más esporádica, cuando tienen tiempo y precisan ganar algo de dinero rápido.
En Tristán Narvaja se pueden ver, cada domingo, varios puntos de venta de ropa usada. Algunas son grandes extensiones con la ropa clasificada, y otros consisten en cajas con un “Todo por $50” escrito por fuera y un montón de prendas amontonadas.
En el formato que sea, los emprendimientos que optan por ganar dinero reciclando ropa son cada vez más populares y numerosos en Uruguay. No requieren inversión inicial (a menos que se decida poner una tienda física), permiten llegar a posibles consumidores a través de las redes y admiten diversos modelos de negocio.
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