Fundado el 18 de julio de 1962, El Fogón no solo es un restaurante con mucha historia, sino un clásico del Centro de Montevideo, en el que a diario se sentaban a almorzar cientos de turistas junto a ejecutivos de empresas, mientras que por las noches, las cenas se caracterizaban por el bullicio de los grupos de amigos o las miradas cómplices de parejas y matrimonios que encontraban un rincón para estar tranquilos y darse el gusto con un menú variado, destacándose las carnes a la parrilla, como también los mariscos, pescados y pastas artesanales.
El punto es que, más allá de su trayectoria en el mercado gastronómico, El Fogón –como ningún otro restaurante– no esperaba el fuerte parate que generó en todos los sectores el COVID-19, lo que generó que Juan Ferreira –propietario del restaurante– tuviera que cerrar tras el vacío en las calles y la cautela de las personas de salir a lugares en los que pudiera tener contacto cercano con otra gente.
“La noche del viernes 13 de marzo, cuando fue el anuncio de los primeros casos de coronavirus, el ambiente se enrareció. Luego, ese primer fin de semana, el movimiento en el restaurante no fue normal, pero tampoco a cero. La bomba estalló el lunes 16 de marzo. Ahí sí que ya no había nadie en el Centro y por supuesto no entró nadie al restaurante”, relató Ferreira a InfoNegocios.
“Seguimos abiertos –agregó Ferreira– unos días más, pero no hacíamos más de 15 o 20 cubiertos. Así que el de domingo 22 de marzo bajé cortina”. Esto fue así hasta el 1° de abril, que El Fogón volvió a encender el fuego, haciendo que las brasas volvieran a perfumar el ambiente con el delicioso aroma y sabor de la parrilla.
“Lo que hice fue juntar a todo el personal (19 en total) y decirles que teníamos que buscar el modo de seguir trabajando. Con el apoyo de todos, que en algunos casos están en la empresa hace más de 15 o 20 años, la primera salida que encontramos fue la de que se tomaran la licencia reglamentaria quienes no lo habían hecho. Entonces, con los cuatro que ya lo habían hecho, volvimos a ponernos los delantales o chaquetas y reabrimos”, puntualizó Ferreira.
De este modo, El Fogón se mantiene activo, abierto, en movimiento. “¿Me conviene? No. Gano más plata si estoy cerrado. Pero no pasa por ahí. Es una fuente de trabajo para muchas personas y es un modo de vida para mí”, remarcó Ferreira.
Hoy el restaurante –que en la década de 1980 tuvo como comensal habitué a Jorge Luis Borges, quien se sentaba en la mesa 17– está abierto hasta las 17 horas con Ferreira al frente, más un cocinero, un parrillero, un mozo y un bachero. “Sin duda es una apuesta, pero esto me agarró con un stock de mercadería muy importante, tanto en carne como en vino y bebidas, por lo que puedo ofrecer un menú a la carta normal, como siempre, o bien lo que era el menú ejecutivo lo transformé el plato del día, por $ 350”, dijo Ferreira.
Con esta estrategia, El Fogón está sacando 10 cubiertos diarios y algún pedido para entregar, “muy lejos de los 180 o 200 cubiertos que a principios de marzo veníamos haciendo. Pero es algo y debemos agradecerlo”, finalizó Ferreira.
Sin duda que El Fogón mantenga sus puertas abiertas es bueno para encontrar un punto de aliento entre tanto desaliento. Pero también es sinónimo de vocación y pasión por la cocina, que es lo que siente Ferreira y su equipo.
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