Ubicado en el corazón de Ciudad Vieja, Karausz se erige como un estandarte de elegancia y tradición que resiste el paso de las generaciones. Su historia se remonta a los tiempos previos a la Segunda Guerra Mundial, cuando Daniel Karausz llegó a Uruguay proveniente del Imperio Austro Austro-Húngaro.
Montevideo fue la última parada de un largo viaje, que lo llevó primero desde Skalat (hoy Ucrania), hasta Holanda, donde trabajó como aprendiz para un carpintero ciego. Jorge Karausz, hijo de Daniel, cuenta que el grado de habilidad de este ebanista era tal, que podía reconocer los distintos tipos de maderas con solo tocarlas.
Al llegar a Uruguay, a pesar de hablar 12 idiomas, Daniel no sabía español, pero caminando por Ciudad Vieja se cruzó con dos personas hablando austríaco. Estas le consiguieron alojamiento en el Club Alemán, y a partir de su experiencia con muebles empezó a comprar y vender antigüedades, hasta que en 1942 abrió uno de los primeros anticuarios del país (sino el primero).
Hoy el anticuario Karausz sigue siendo el principal referente en muebles de calidad y artículos finos en Uruguay. Si bien a partir de la pandemia el local cerró de forma temporal, este año volvió a la vida de la mano del empresario argentino y coleccionista Federico Buker, director de la agencia de turismo South American Tours.
Junto a su esposa Valeria Britos, Buker se embarcó en la misión de relanzar la tienda y ampliar su catálogo. Por otra parte, la dirección continúa a cargo de Jorge Karausz, hijo del fundador, y su esposa Cristina Crosa, conservando de esta manera el expertise de más de ocho décadas.
Un paseo por la historia
El local en Bartolomé Mitre 1417 es un santuario a mitad de camino entre museo y tienda de decoración. Uno puede encontrar cuadros de artistas como Ciocchini y Larravide, esculturas de Mañe y Gaudart, relojes de caja con marquetuerie, tapices renacentistas, alfombras persas bukhara, floreros Lalique, cristalería Gallé, platería inglesa y jarrones de la Dinastía Ming, entre otros tesoros.
La especialidad son los muebles clásicos, la mayoría de origen europeo. Se destacan piezas únicas como un escritorio con alzada italiano del siglo XVIII, un bureu secretaire en madera de caoba y marquterie del siglo XIX, una cómoda luso brasilera de madera jacarandá fechado en 1720, o una mesa Tilt-Top inglesa en caoba de forma ovalada, con su tradicional mecanismo para inclinarse de forma vertical.
Pero lo más impresionante es un inmenso tapiz de Flandes del siglo XVII, una obra maestra que representa años de dedicación y habilidad artesanal, y cuyo valor se estima en USD 50.000.
“Primero el artista realizaba el dibujo a escala, y luego a través sistema de la cuadrícula lo pasaba a la tela. Luego, toda una familia se juntaba alrededor de la chimenea a bordarlo, un trabajo de dos años, donde se realizaba alrededor de 15 millones de puntadas.”, asegura Buker.
Lo que distingue a la tienda es el compromiso con la calidad. A diferencia de una casa de remates, aquí todas las piezas están restauradas y en perfecto estado, y el expertise de Jorge Karausz, ofrece asesoramiento personalizado para cada cliente, incluso ayudando a encontrar piezas específicas que no están en stock.
Este valor histórico lleva a que al local no solo atraiga coleccionistas de alto nivel adquisitivo, sino toda clase de personas interesadas en el arte y la cultura.
El valor de una antigüedad en la moda actual
Aquellas casonas con enormes techos y muebles acordes, que alojaban a familias dieron lugar a espacios más pequeños, y las nuevas tendencias en diseño apuntan a un mobiliario más medido, priorizando el espacio y la iluminación. En un mundo donde las tendencias de diseño están en constante evolución, ¿Cuál es el rol de un antiguedad?
Según Jorge Karausz, hoy una pieza de colección es sinónimo de elegancia y estatus. “Ya sea un cuadro de buen gusto en una sala de reuniones, o una linda vitrina en un living. Con la intervención de una antiguedad, cualquier casa se enriquece. Nosotros siempre insistimos en que una sola pieza puede transformar por completo un espacio”, afirma.
El mismo concepto transmite Buker, para quien, si bien los gustos pueden cambiar, la capacidad de una antigüedad para transmitir elegancia se mantiene inalterada. Por eso, además de coleccionistas, uno de los principales públicos a los que apuntan es al de diseñadores de interiores y arquitectos.
“Hoy las nuevas generaciones buscan un estilo ecléctico, que contraste e integre elementos contemporáneos con la tradición. Por ejemplo, una mesa antigua acompañada con sillas modernas, o un aparador clásico debajo de un cuadro abstracto. Es una combinación de muy buen gusto, que busca crear espacios únicos y llenos de personalidad ”, concluye.
Una cómoda de USD 180.000 para cortar zanahorias
Con más de 80 años de historia, el anticuario ha sido testigo de numerosos muebles iluestres. Uno de los recuerdos más destacados de Jorge es una cómoda que su padre fue a ver al Palacio Salvo, donde se encontró con la dueña cortando zanahorias porque no tenía otro lugar donde cocinar. Daniel la compró y vendió al histórico anticuario Vetmas en Buenos Aires, que finalmente la revendió por 180.000 dólares.