La podemos definir como la creencia de que somos capaces de realizar una actividad o alcanzar un objetivo. Un jugador tiene una autoconfianza alta cuando cree que con sus habilidades (técnicas, físicas y psicológicas) puede conseguir sus objetivos. Esta creencia es necesaria para intentar conseguir y luchar por un objetivo ya que si pensamos que no somos capaces de lograrlo ni siquiera lo vamos a intentar y mucho menos persistir en el esfuerzo para conseguirlo.
Al igual que ocurre con la motivación, la falta de confianza lleva inevitablemente a un bajo rendimiento pero en determinadas circunstancias un exceso de autoconfianza también puede ser perjudicial. Por tanto el objetivo debe ser tener los niveles adecuados de autoconfianza de tal forma que movilice todos los recursos técnicos y psicológicos de los que dispone el jugador. Cuando la autoconfianza no presenta un nivel óptimo (por exceso o por defecto) el jugador no pone en juego todas sus habilidades.