Cuénteme un poco acerca de los orígenes de la empresa…
Mi padre se vino de España a sus 14 años, en el 1965, a trabajar con mi abuelo. Siempre se dedicó al rubro de las panaderías. Abrió la panadería Costa Dorada, en Lagomar, donde le daba mucha importancia a las galletas y vio que era un negocio que podía funcionar bien. En el 1987 separó los negocios: la panadería por un lado y la fabricación de galletas por el otro.
¿Cuándo se incorporó usted a la empresa?
Primero se incorporó mi hermano, Diego, en el año 2007. Ambos trabajabamos en otros rubros. Al año siguiente me incorporé yo. Somos tres hermanos. El tercero tiene un diferencia etaria un poco mayor y se sumó a La Trigueña hace un par de años.
¿Cuántas personas trabajan en La Trigueña?
Cerca de 50.
¿Qué tan importante es para usted su equipo de trabajo?
Sigue siendo una empresa familiar, de tamaño manejable. A medida que fuimos creciendo fuimos intentando cuidar ese ambiente familiar que aquí siempre existió.
Toma la palabra Diego Pereira
Siempre fuimos pocos en la oficina y a medida que se incorporaba gente, seleccionábamos con mucho cuidado el personal, pensando en que encajaran bien, y por suerte hemos tenido suerte con eso.
Retoma la palabra Ruben Pereira
Hay gente que trabaja en la planta hace más de 20 años. Tenemos empleados que están desde el comienzo y la empresa se inauguró hace 32 años.
¿Cuáles son las ventajas y desventajas de trabajar en una empresa familiar?
La principal ventaja es que trabajas en confianza, con gente que conocés. Sabemos nuestros defectos y nuestras virtudes. A lo mejor el inconveniente es que los problemas no quedan en el trabajo y muchas veces se trasladan a la familia y se mezclan un poco las cosas. De todas formas, siempre funcionamos bien; nunca tuvimos inconvenientes más allá de discusiones normales que podemos tener en cualquier empresa. Nos entendemos bien.
¿Qué los diferencia de otras empresas de similares características?
En el rubro de las galletas, el de las galletas saladas específicamente, La Trigueña vino a cambiar un poco el mercado. Eso lo logramos. El mercado de las galletas estaba dominado por dos o tres grandes empresas nacionales que hacían las típicas cracker, que se hacen en todos lados y siempre se fabricaron en Uruguay. Nosotros empezamos a elaborar galletas saladas que no eran crackers, sino que eran traídas de la panadería: con procesos artesanales, otro formato, otro sabor, otro cuidado, que no eran compatibles con la industria por la mano de obra que llevan. No sé si fuimos los primeros, pero sí de los primeros en elaborar galletas de este tipo de forma masiva.
¿Cuál es el principal punto de venta de La Trigueña?
Estamos presentes en todo el país, principalmente en el área metropolitana. Estamos en cadenas y en comercios minoristas. Obviamente por un tema de volúmen, las cadenas son los principales clientes. Si bien tuvimos una pequeña experiencia en el tema de la exportación, no es nuestro foco. Hoy pensamos en el mercado local. Las cadenas de todos modos siguen siendo un porcentaje menor del mercado; si juntamos todas las cadenas nuestros productos se venden allí en un 30% o 35%. La mayoría se vende a través de minoristas o comercios de barrio.
A futuro, ¿piensan en exportar sus productos?
Sí. Estamos embarcados en un proyecto con el que pensamos ampliar nuestra capacidad de producción, diversificar nuestros productos y también exportar. Es un complemento, no es nuestro principal objetivo.
¿Cómo se han comportado las ventas últimamente?
Nuestro mercado es bastante estable. Las ventas han ido aumentando año a año, pese a que, tal vez, estos últimos años el crecimiento fue algo más lento. No es un mercado que haya crecido mucho, no pasa del 4% y este año anda por el 2% o 3%. En nuestro caso en particular, por suerte, hemos crecido mucho en el último tiempo. Estamos teniendo tasas de crecimiento anual en kilos que van desde el 8% al 20%, en los últimos diez años.
¿A qué lo atribuyen?
Toma la palabra Diego Pereira
Entramos a la empresa y nos tomamos un tiempo para conocer bien su funcionamiento. No quisimos reventar todo de primera y tampoco nos creíamos con el derecho de poder hacerlo. Hicimos cambios a nivel comercial, de los envases, hicimos cambios a nivel de producción. La parte comercial, y cómo estaban distribuidas las responsabilidades, estaba un poco descuidada y pusimos el foco ahí colocando un asesor. Después nos enfocamos en crear nuevos productos y en el 2014 le dimos una nueva imagen a la marca.
Retoma la palabra Ruben Pereira
El mercado también fue pidiendo productos más saludables. Buscamos acompañar la costumbre uruguaya del mate, de las comidas, de sustituir el pan por un producto de mayor duración; eso acompañó el trabajo que hemos hecho. Pasamos de ser de una empresa que trabajaba únicamente enfocada en el producto -cosa que no descuidamos- a tratar de profesionalizar todas las áreas. Mejoramos los procesos internos y nos certificamos en calidad.
¿Cuál es el producto de la Trigueña que mejor se vende?
Los que más se venden son los de la línea familiar. Dentro de esa línea, la galleta malteada es el producto de mayor volumen y mayor venta.
¿Qué producto de la empresa es su favorito?
Nosotros le tenemos un cariño enorme a la gramada. Hoy no es un producto tan vendido, pero es representativo de la empresa. Fue uno de los primeros que se fabricó en La Trigueña.
¿Siempre se van a mantener fieles a las galletas saladas o piensan incursionar en otro tipo de alimentos?
Está en nuestros planes diversificar un poco con lo que tiene que ver con los productos. Queremos embarcarnos en nuevos segmentos. Tal vez, podríamos producir galletas dulces. Pero no lo tenemos definido, estamos recién haciendo los análisis correspondientes.