Por qué la confianza y el respeto son más rentables que el control

(Por Mariana Méndez, Coach Ejecutivo & Organizacional) La cultura no aparece en los balances, pero define los resultados futuros. No se registra en los indicadores, pero influye silenciosamente en cada uno de ellos. En ese terreno invisible pero poderoso, la confianza y el respeto no son un lujo ni una cuestión blanda, son una inversión estratégica, clave para el rendimiento sostenible de las empresas.

El control como ilusión de eficacia

Durante mucho tiempo, el modelo dominante de liderazgo se basó en el control. Supervisión constante, decisiones unilaterales, poca tolerancia al error y escasa autonomía. Esta lógica responde a una creencia implícita, que las personas necesitan ser vigiladas para rendir, que el compromiso es frágil y que solo el control garantiza resultados.

Sin embargo, este enfoque tiene un techo bajo. Numerosos estudios han demostrado que el control excesivo genera desmotivación, pasividad, ocultamiento de errores y resistencia al cambio.

Stephen Covey, autor de La velocidad de la confianza, plantea que cuando la confianza aumenta, la velocidad en la toma de decisiones mejora y los costos disminuyen. En cambio, cuando la confianza se erosiona, todo se enlentece, se encarece y se vuelve más frágil.

El respeto y la confianza como base de una nueva rentabilidad

Las organizaciones que promueven entornos basados en el respeto y la confianza obtienen beneficios claros y medibles. Se incrementa la autonomía responsable, disminuyen los conflictos improductivos, aumenta la innovación y se fortalece el compromiso genuino de las personas con el propósito común.

La confianza no elimina la exigencia, sino que la potencia. Quien se siente respetado y valorado está más dispuesto a dar lo mejor de sí, a responsabilizarse, a aprender y a crecer con la organización.

Ahora bien, esto no implica caer en el extremo opuesto, una falsa autonomía donde se delega todo sin acompañamiento ni marco claro. En algunas culturas organizacionales, esto ocurre con frecuencia, el líder otorga una libertad excesiva y poco definida, no para empoderar, sino para tener a quién culpar cuando los resultados no aparecen. Se trata de una forma encubierta de deslindar responsabilidad bajo la apariencia de confianza. Pero la confianza genuina requiere estructura, comunicación y claridad. No es ausencia de control, sino presencia de liderazgo consciente.

¿Cómo se construye la confianza?

La confianza y el respeto no se imponen, se construyen con coherencia y constancia. Se fomentan cuando el líder escucha activamente, cumple lo que promete, reconoce los errores y promueve conversaciones honestas. También cuando hay reglas claras, justicia en las decisiones y se valida la diversidad de opiniones. Es clave dar autonomía, pero también acompañar con presencia y feedback. La confianza crece cuando las personas sienten que pueden ser ellas mismas, aportar, equivocarse y seguir aprendiendo sin miedo. Es un proceso, no un acto puntual. Y como todo proceso cultural, requiere tiempo, ejemplo y compromiso.

La cultura como base silenciosa del rendimiento

Peter Drucker lo decía claro: “La cultura se desayuna a la estrategia todos los días.”

Cuando se prioriza el corto plazo por sobre el vínculo, la innovación o la seguridad psicológica, se genera una cultura de miedo, silencio o simulación. La gente “cumple” pero no se involucra. Se cuida más de no fallar que de crecer o proponer.

La confianza y el respeto no solo mejoran el clima laboral. Son pilares estratégicos para la rentabilidad y la sostenibilidad. El control rígido genera obediencia, pero limita el potencial humano. La confianza bien gestionada, con claridad y presencia del líder, genera compromiso. Y el compromiso, a largo plazo, siempre rinde más.

Referencias 

  • Covey, Stephen M. R.La velocidad de la confianza. 

  • Sinek, Simon Empieza con el porqué.

  • Drucker, Peter El ejecutivo eficaz 

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