… y el discurso continuaba.
En agosto de 1963, Martin Luther King (1929-1968), pastor baptista estadounidense y defensor de los derechos civiles brindaba en los escalones del monumento a Lincoln en Washington D.C. una de las mejores piezas de oratoria de la historia -considerada como el mejor discurso del siglo XX según los expertos en retórica- en la cual expresaba su deseo de que gente blanca y negra pudieran convivir armoniosamente como iguales… significó el momento definitorio para el Movimiento por los Derechos Civiles en Estados Unidos.
Hoy, leyendo los diarios locales encuentro que los “rompe puertas” (nueva modalidad delictiva a través de la cual tumban a patadas la puerta de tu hogar para luego saquearla) han dado otro golpe, que diciembre es el mes más trágico del año con sus 50 fallecidos en accidentes de tránsito, que hubo un violento asalto a un discapacitado en silla de ruedas… que Falo fue sobreseído en una de las causas y se declaró víctima de maniobras para desprestigiarlo ¿?...
… y las (malas) noticias continuaban.
Yo también tengo sueños… con seguridad emparentados a los tuyos, a los de cientos, a los de miles de sujetos que habitan esta bendita ciudad y me resulta alentador reconocer que pueden dejar de ser una expresión de deseo, que existe la posibilidad de acercarlos a la realidad pero nos obliga a todos, nadie se salva solo.
Hoy no comento de moda, solo me interesó contar una historia y refrescar las pautas que de pibes alguna vez nos enseñaron, en mi caso “Don Víctor” (mi padre) hace como cuarenta años atrás y que se nos han ido olvidando... cumplirlas no aseguran el éxito, pero no llevarlas adelante aseguran el fracaso:
Saluda al llegar, pide permiso, agradece lo que te ofrecen, comparte tus cosas, lávate las manos antes de comer, y los dientes luego de hacerlo, cede el asiento, no toques lo ajeno, respeta a los mayores, no le pegues a la gente, no engañes, juega limpio, vuelve a poner las cosas en su lugar después de usarlas, pide por favor, no hables de lo que no sepas, aprende algo,…
… y los valores continuaban.
Gracias por haberme acompañado (y aguantado) en esta experiencia de escribir, salud y ¡que el dos mil doce te resulte de putamadre!
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