Instalar un ascensor para piscina en Uruguay ya no es una rareza. Desde 2018, la empresa familiar Accesibilidad del Este, liderada por Gastón Viñales junto a su padre y su hermana, se dedica a la importación, instalación y mantenimiento de elevadores acuáticos.
Los equipos llegan desde Sevilla (España), de la compañía Metalú, referente europeo en accesibilidad con más de 25 años de experiencia y certificaciones en seguridad, higiene y medio ambiente. Su función es sencilla pero transformadora: garantizar que cualquier persona, sin importar su condición física, pueda disfrutar de una piscina sin barreras.
El precio, naturalmente, depende del modelo y de la infraestructura de cada piscina. Según Viñales, un ascensor hidráulico básico ronda los USD 10.000, mientras que los equipos más sofisticados —ya sea a batería o hechos a medida, como ocurrió en el Yacht Club de Punta del Este— pueden trepar a unos USD 14.000.
Hoy estos ascensores se encuentran en clubes deportivos (como el Náutico de Punta Carretas y Punta Gorda), piscinas municipales, clínicas de hidroterapia e incluso en el puerto de Punta del Este, donde se instaló un elevador especial para quienes practican clases de vela. También hay particulares que los solicitan para piscinas privadas.
Además del precio, otro punto clave es el mantenimiento: “Es mínimo”, asegura Viñales. Los equipos funcionan a batería o con bomba hidráulica, y basta con lavarlos con agua dulce en caso de estar en piscinas saladas. Tienen garantía de dos años y en Uruguay ya suman cerca de 20 instalaciones, sin mayores inconvenientes.
Aunque todavía no existe una normativa local que obligue a las piscinas públicas a ser accesibles, como sí sucede en Europa, el mercado empieza a tomar conciencia. “No es solo para personas en silla de ruedas. Puede ser un adulto mayor, una embarazada o alguien con una lesión temporal. La accesibilidad debería estar abierta a todos”, concluye Viñales.