Uruguay tuvo un buen año en 2017; el crecimiento está estimado en más de 3% y el aumento del desempleo ha llegado a su fin, según los pronósticos. La orientación relativamente restrictiva de la política monetaria y la apreciación del tipo de cambio contribuyeron a una notable disminución de la inflación —estimada en 6,5% para finales del año—lo cual la ubica dentro de la banda fijada como meta por el Banco Central por primera vez en siete años.
El ajuste fiscal está bien encaminado. La política fiscal fue anticíclica en 2017, y el aumento de los ingresos generados por el impuesto a la renta se vio compensado parcialmente por el avance de los costos de las pensiones y la atención de la salud. Se estima que el déficit global disminuirá a 3,3% del PIB, y el gobierno mantiene el acceso a los mercados financieros internacionales en condiciones favorables, entre otras vías mediante bonos internacionales denominados en pesos.
Los flujos financieros se mantienen volátiles y, en términos generales, los inversionistas locales y no residentes conservan un firme interés en el peso. El Banco Central intervino para dar cabida a estas fluctuaciones de la inversión de cartera, añadiendo US$3.000 millones a su stock de reservas netas en los primeros tres trimestres de 2017.
El saldo en cuenta corriente viene mejorando y actualmente registra un superávit, estimado en 2% del PIB en 2017. La mayor competitividad frente a Argentina se ha traducido en un aumento rápido y fuerte de la llegada de turistas, en tanto que la apreciación real en relación con el resto del mundo ha debilitado la competitividad de las exportaciones de muchos productos agrícolas y manufactureros (aunque la producción ha conservado el vigor, en parte gracias a las buenas cosechas).
Sin embargo, los riesgos para las perspectivas no se han desvanecido. Del lado positivo, una posible inversión extranjera en la tercera planta de celulosa podría ser el proyecto de IED más grande de la historia del país, afianzando la confianza y el crecimiento más allá de las proyecciones actuales. Los riesgos a la baja incluyen una pérdida prolongada de la competitividad o menos interés de los inversionistas en los mercados emergentes. Una reversión de las recuperaciones de Argentina y Brasil o una desaceleración significativa de China también podrían atentar contra la inversión y el crecimiento. Los amplios márgenes de protección de Uruguay —reservas brutas del Banco Central, activos financieros líquidos y líneas de crédito contingentes con instituciones financieras internacionales—, sumados a la flexibilidad cambiaria, le permitirían al país superar sin gran dificultad shocks que pudieran surgir a corto plazo.
Los riesgos para la estabilidad financiera son limitados. El sector bancario es pequeño en relación con el tamaño de la economía y aunque la morosidad crediticia ha aumentado en los últimos años, se mantiene moderada, en menos de 4%, y está cubierta por provisiones y excedentes de capital.
Evaluación del Directorio Ejecutivo
Los directores ejecutivos elogiaron a las autoridades por la prudencia de sus políticas, gracias a la cual el país pudo aprovechar las favorables condiciones externas para lograr buenos resultados macroeconómicos en 2017. Dejaron constancia de que, en términos amplios, el ajuste fiscal está avanzando de acuerdo con lo previsto, y de que se ha logrado ubicar la inflación dentro de la banda fijada como meta por el Banco Central. Alentaron a las autoridades a aprovechar la sólida posición en que se encuentra el país para seguir afianzando la resiliencia económica y abordar los obstáculos estructurales al crecimiento inclusivo a mediano plazo.