A raíz de los efectos del COVID, el mundo tuvo una caída de su actividad de 3,1% en 2020 (según estimaciones del FMI), baja que -si bien fue generalizada- impactó con mayor fuerza entre las economías avanzadas que las emergentes (-4,5% y -2,0% respectivamente). En el siguiente año, ya con un fuerte avance en la vacunación y la pandemia “bajo control”, las economías comenzaron su proceso de recuperación económica y a nivel global se registró un crecimiento promedio de 6%. También las perspectivas para los siguientes años eran auspiciosas.
Sin embargo, de a poco empezaron a aparecer los primeros nubarrones. A la persistencia inflacionaria y reversión del tapering en Estados Unidos; la crisis de real estate en China, la suba de precio de los commodities y de la inflación internacional (todos factores que ya se veían a fines del año pasado) en 2022 se sumó la invasión de Rusia a Ucrania y el surgimiento de un nuevo brote de COVID en China que prácticamente paralizó a Shangai, exacerbando algunas de las tendencias mencionadas, en particular en materia de precios y la reacción de los Bancos Centrales frente a esto.
En este contexto, entre varios analistas e instituciones internacionales han comenzado a surgir las primeras especulaciones sobre la evolución de la economía para los próximos meses que, si bien podrían no confirmar un escenario recesivo, al menos mostrarán un importante freno de la actividad.
Por:
Matilde Morales, gerente de Consultoría Económica de PwC Uruguay.
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