Estamos inmersos en una Revolución Industrial que por su escala y complejidad está implicando una transformación de tal magnitud que no registra antecedentes. El concepto Industria 4.0 (también señalado como Industria inteligente o Ciber-industria del futuro) corresponde a una nueva manera de organizar los medios de producción. El objetivo que pretende alcanzarse es la puesta en marcha de un gran número de «fábricas inteligentes» (« smart factories ») capaces de una mayor adaptabilidad a las necesidades y a los procesos de producción, así como a una asignación más eficaz de los recursos, abriendo así la vía a una nueva revolución industrial o Cuarta revolución industrial.
En la víspera de la actual reunión anual en Davos, el WEF presentó un detallado informe en el que estima que hasta 5 millones de empleos podrían desaparecer en tareas que pueden ser remplazadas por robots y ‘softwares’ inteligentes de aquí al año 2020. Esencialmente, esto sucedería en los ámbitos administrativo y operativo, pero también en el contable o el sector de la salud.
En consecuencia se nos disparan inquietudes, en saber en qué consiste esta revolución, como evaluar las capacidades para resistir tal impacto en Uruguay y así tener en claro, cómo finalmente se asumirán en casa las recetas de abuela durante nuestros próximos resfríos y dolores de estómago.
Trabajo
Predicciones de un estudio presentado en Davos —y que incluyó México y Brasil— señalaron que estos cambios tecnológicos en los próximos 5 años van a eliminar unos 7,1 millones de puestos de trabajo y a la vez, crear dos millones de empleos. En esa
misma oportunidad, expertos también señalaron: el 65% de los niños que están asistiendo a la escuela trabajarán en empleos que hoy no existen.
La salud
Ahora bien, las reformas implementadas en Uruguay durante los últimos años en la Salud no solo han implicado cambios importantes vinculados a la cobertura, financiamiento o prestación de servicios, sino también en la gestión y demandas de calificaciones. Este sector, clave para el desarrollo sustentable del país, concentra más del 7,5% del empleo existente, emplea mayoritariamente mujeres (73%) y, superando estándares internacionales, la relación de profesionales (médicos, enfermeras y parteras) por cantidad de habitantes es de 63 cada 10.000.
Asimismo, crece la población estudiantil en universidades privadas, la migración de médicos hacia el interior del país y el multiempleo sigue omnipresente.
Interrogantes
Sin perjuicio, de las polémicas —casi interminables —que generó el arribo del Robot Da Vinci y al déficit de $ 9.500 millones que para el FONASA (Fondo Nacional de Salud) prevé el gobierno en 2019, oficialmente se reconoce que en la Salud la regulación y rectoría de los temas referidos a los trabajadores la tienen la negociación colectiva y el MTSS, y que los tópicos atinentes a la formación están bajo la égida de la UdelaR y el MEC. Contextualizar esto en razón de lo anterior provoca sus enigmas:
¿Cuáles son los dispositivos de formación continua que garantizarán a los trabajadores las calificaciones para gestionar el cambio? ¿Cómo se preservará el interés de los usuarios y el público en razón de esta innovación y desarrollo tecnológico? ¿Cómo se facilitará el acceso a servicios que hoy son pensados desde Apps, el uso de Emails, Webs, etc.? ¿Con qué flexibilidad cuentan las estructuras de gobernabilidad vigentes para asumir la inevitable transparencia que esto genera y a su vez, aprovechar inteligentemente las oportunidades que ofrece la articulación Público-Privada?
Por lo pronto, una cosa si es clara, así como dejamos de recibir las largas visitas a domicilio de nuestros médicos de cabecera, también se acabarán las esperas para ver un especialista.