La adopción de estos agentes de compra no será homogénea entre generaciones, de hecho, existe ya una brecha generacional en la confianza hacia la IA y los consumidores más jóvenes tienden a abrazar estas herramientas con más facilidad, mientras que los mayores muestran mayor escepticismo. Un estudio internacional reciente reveló que uno de cada tres compradores de la Generación Z y uno de cada cuatro millennials ya prefieren acudir a plataformas de IA generativa (como ChatGPT) para decidir qué comprar en lugar de usar buscadores, redes sociales o incluso influencers. Además, 23% de los Gen Z y 27% de los millennials dicen confiar más en recomendaciones dadas por IA que en las hechas por humanos. En cambio, entre la Generación X y los baby boomers la penetración es mucho menor: apenas 13% de Gen X y 3% de boomers usan herramientas de IA a diario, lo cual refleja su menor familiaridad y confianza en estas tecnologías.
Para los nativos digitales (Gen Z y buena parte de millennials), hablar con una IA es casi natural, porque crecieron con Siri, Alexa y las sugerencias algorítmicas de Netflix o TikTok. Ven a la IA como “una compañera de confianza, no solo una herramienta”, de ahí que la integración de compras en ChatGPT les resulte atractiva y conveniente. Por ejemplo, para un joven de menos de 20 años será natural decir: “ChatGPT, recomiéndame zapatillas para correr por menos de 100 dólares”, fiándose de que el bot le dará buenas opciones imparciales, y quizás compre sin siquiera visitar las tiendas online directamente.
Por el contrario, los compradores mayores tienden a valorar el control y la experiencia tradicional. Un boomer quizás prefiera googlear productos, leer múltiples reseñas, comparar precios personalmente y ver todas las opciones antes de decidir. La idea de entregar la tarjeta de crédito a un agente automatizado que decide qué comprar puede parecerles arriesgada. No es solo una cuestión técnica, sino también cultural: la confianza en agentes autónomos varía enormemente según costumbres y valores. Por ende, es probable que las generaciones mayores –y algunos segmentos de cualquier edad– resistan delegar por completo sus decisiones de compra, al menos hasta que los agentes demuestren ser sumamente confiables, transparentes y reversibles en sus acciones.
¿Por qué delegaríamos nuestras compras a una IA? La propuesta de valor es tentadora: ahorrar tiempo y esfuerzo. Un agente inteligente puede convertir un proceso engorroso en algo casi mágico. Lo “imposible” de coordinar múltiples servicios se vuelve trivial para la IA, que actúa como estratega, negociadora y administradora logística personal. El resultado es un proceso personalizado, eficiente y coherente, en lugar de un caos estresante.
En el día a día, las ventajas más inmediatas son la comodidad y velocidad. Un agente como ChatGPT Shopping integra la inspiración, comparación y pago en un solo flujo. Sus sugerencias se sienten espontáneas y contextuales: puede leerte el calendario y decir “Tu aniversario es la semana próxima, ¿te reservo un restaurante?”, o calcular que te vas a quedar sin comida para tus perros y simplemente comprarlo. Esta proactividad quita carga mental al usuario. Además, la IA podría negociar mejores precios o combos que quizás un usuario solo no lograría. En teoría, el agente siempre vela por tus intereses: optimiza por precio, calidad y conveniencia en base a tus prioridades (sean ecológicas, de marca preferida, etc.). Y a diferencia de un humano, puede monitorear innumerables fuentes en segundos, desde reviews hasta stock en tiempo real, para fundamentar sus recomendaciones.
Es posible que estemos encaminados a un mundo donde la mayoría de las compras cotidianas ocurran en piloto automático, negociadas entre algoritmos que buscan optimizar cada céntimo y cada segundo. Pero también puede que surja un consumidor más informado y exigente, que demande “agentes confiables, pero bajo mi control”. Quizá la pregunta no sea blanco o negro, sino cómo equilibrar la delegación con el control.
Queda por ver si las voces de los consumidores y la regulación impondrán contrapesos para preservar la agencia individual. En esta encrucijada, una cosa es cierta: el comercio del futuro no será igual al que conocemos, y la elección entre simpleza y autonomía será uno de los grandes dilemas que todos, como compradores, tendremos que resolver.